Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Viernes XXI del tiempo ordinario
Santoral 28 de Agosto:
San Agustín, obispo y doctor de la
Iglesia
Texto del Evangelio (Mt 25,1-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a
sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos será semejante a diez
vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio.
Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar
sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con
sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se
adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está
aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’. Entonces todas aquellas vírgenes se
levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes:
‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes
replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor
que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a comprarlo,
llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de
boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo:
‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os
conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».
Comentario del
Rev. D. Joan Ant. MATEO
i García
(La Fuliola, Lleida, España)
«En verdad os digo que no os conozco»
Hoy, Viernes XXI del tiempo ordinario, el Señor nos recuerda en
el Evangelio que hay que estar siempre vigilantes y preparados para
encontrarnos con Él. A media noche, en cualquier momento, pueden llamar a la
puerta e invitarnos a salir a recibir al Señor. La muerte no pide cita previa.
De hecho, «no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13).
Vigilar no significa vivir con miedo y angustia. Quiere decir
vivir de manera responsable nuestra vida de hijos de Dios, nuestra vida de fe,
esperanza y caridad. El Señor espera continuamente nuestra respuesta de fe y
amor, constantes y pacientes, en medio de las ocupaciones y preocupaciones que
van tejiendo nuestro vivir.
Y esta respuesta sólo la podemos dar nosotros, tú y yo. Nadie lo
puede hacer en nuestro lugar. Esto es lo que significa la negativa de las
vírgenes prudentes a ceder parte de su aceite para las lámparas apagadas de las
vírgenes necias: «Es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis»
(Mt 25,9). Así, nuestra respuesta a Dios es personal e intransferible.
No esperemos un “mañana” —que quizá no vendrá— para encender la
lámpara de nuestro amor para el Esposo. Carpe diem! Hay que vivir en cada
segundo de nuestra vida toda la pasión que un cristiano ha de sentir por su
Señor. Es un dicho conocido, pero que no estará de más recordarlo de nuevo:
«Vive cada día de tu vida como si fuese el primer día de tu existencia, como si
fuese el único día de que disponemos, como si fuese el último día de nuestra
vida». Una llamada realista a la necesaria y razonable conversión que hemos de
llevar a término.
Que Dios nos conceda la gracia en su gran misericordia de que no
tengamos que oír en la hora suprema: «En verdad os digo que no os conozco» (Mt
25,12), es decir, «no habéis tenido ninguna relación ni trato conmigo».
Tratemos al Señor en esta vida de manera que lleguemos a ser conocidos y amigos
suyos en el tiempo y en la eternidad.
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