Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Francisco \ Misa en Santa
Marta
Papa: Apacentar al Pueblo
de Dios con humildad y amor
El Santo Padre Francisco
celebra la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta.
02/06/2017
(RV).- Jesús encomienda
sus ovejas a Pedro, el más pecador, y lo invita a apacentar al Pueblo de Dios
con humildad y amor, incluso en medio de sus equivocaciones y pecados. Lo
afirmó el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla
de la Casa de Santa Marta.
El Papa comentó el
Evangelio del día (Jn 21,15-19), en que Jesús resucitado dialoga con Pedro en
la orilla del lago, allí donde el Apóstol había sido llamado. Es un diálogo
tranquilo, sereno, entre amigos – subrayó Francisco – en el clima de la
Resurrección del Señor. Jesús encomienda sus ovejas a Pedro, haciéndole tres
preguntas, preguntándole si lo ama:
“Jesús elige al más
pecador de los Apóstoles, los otros escaparon, éste lo renegó: ‘No lo conozco’.
Y Jesús le pregunta: ‘¿Pero tú me amas más que éstos?’. Jesús elige al más
pecador”.
De manera que – reafirmó
el Papa Bergoglio – fue elegido “el más pecador” para “apacentar al Pueblo de
Dios. “Lo que nos hace pensar”, observó
Francisco. Y Jesús le pide a Pedro que apaciente a sus ovejas con amor:
“No apacientes con la
cabeza hacia arriba, como el gran dominador, no: apacentar con humildad, con
amor, como hizo Jesús. Ésta es la misión que Jesús encomienda a Pedro. Sí, con
los pecados, con las equivocaciones. Tanto es así que precisamente después de
este diálogo, Pedro hace un resbalón, una equivocación, es tentado por la
curiosidad y le dice al Señor: “¿Pero este otro discípulo dónde irá, qué
hará?”. Pero con amor, en medio de sus equivocaciones, de sus pecados… con
amor: ‘Porque estas ovejitas no son tus ovejitas, son mis ovejitas’, dice el
Señor. ‘Ama. Si tú eres mi amigo, debes ser amigo de éstos’”.
El Obispo de Roma aludió
al momento en que Pedro renegó de Jesús ante la sierva del sumo sacerdote: se
siente seguro de negar al Señor como cuando se sintió seguro de confesar: “Tú
eres Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Y recordó la mirada de Jesús que se cruza
con la de Pedro, que acababa de renegarlo. Y el Apóstol “valeroso para renegar,
es capaz de llorar amargamente”:
“Y después de toda la
vida al servicio del Señor terminó como el Señor: en la cruz. Pero no se
ensalza: ‘¡Termino como mi Señor!’. No. Pide: ‘Por favor, pónganme en la cruz
con la cabeza hacia abajo, para que al menos se vea que no soy el Señor, soy el
siervo’. Es esto lo que nosotros podemos tomar de este diálogo, de este diálogo
tan hermoso, tan sereno, tan amigable, tan púdico. Que el Señor nos dé siempre
la gracia de ir en la vida con la cabeza hacia abajo: la cabeza hacia arriba
por la dignidad que Dios nos da, pero la cabeza hacia abajo, sabiendo que somos
pecadores y que el único Señor es Jesús, nosotros somos siervos”.
(María Fernanda Bernasconi
– RV
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