Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Las homilías del Papa en Santa Marta
Escrito por Jorge Salinas
Publicado: 19 Junio 2013
Atender a la intención del Papa en cada momento es la primera
condición para acoger su magisterio
Las homilías del
Papa en Santa Marta, todas las mañanas, constituyen un género nuevo dentro de
su comunicación con los fieles. Hasta ahora estábamos acostumbrados a que el
magisterio ordinario de los Papas más recientes tuvieran un formato bastante
normalizado. Todos los actos magisteriales y de gobierno del Papa los podíamos
encontrar en ‘Acta Apostolicae Sedis’ (una especie de B.O.E. de la Santa Sede)
o en la web oficial www.vatican.va. Juntando todo el magisterio de Juan XXIII,
Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI (para lo cual harían
falta años de dedicación y estudio) tenemos a mano, entre otras cosas, una
extensa lectura y una aplicación del Concilio Vaticano II con la hermenéutica
de la continuidad y de la reforma.
El Papa Francisco
lleva tres meses de pontificado y todavía no ha estrenado ninguno de los
formatos mayores de Magisterio (por ejemplo una Encíclica) o una disposición
disciplinar importante (una Constitución Apostólica o un Motu propio, por citar
posibilidades). En cambio ha desarrollado una intensa actividad pastoral como
Obispo de Roma, con una predicación abundante y frecuentes celebraciones
litúrgicas con gran participación de pueblo. Pero las misas en Santa Marta con
sus homilías breves y encendidas constituyen una auténtica novedad.
Tenemos que releer
con atención la cuidadosa nota del P. Lombardi que nos sitúa ante la naturaleza
de esa celebración matinal y diaria: «Se trata ─dice el comunicado─ de una Misa
con la presencia de un grupo no pequeño de fieles (en general de más de
cincuenta personas), pero a la que el Papa desea conservar un carácter de
familiaridad. Por esta razón, a pesar de las peticiones que han llegado, él ha
deseado explícitamente que no se transmita en directo audio y vídeo En cuanto a
las homilías, no son pronunciadas en base a un texto escrito, sino
espontáneamente, en lengua italiana, lengua que el Papa domina muy bien, pero
que no es su lengua materna. Por tanto, una publicación “integral” comportaría
necesariamente una transcripción y una reescritura del texto en varios puntos,
dado que la forma escrita es diferente de la oral, que en esto caso es la forma
originaria elegida intencionalmente por el Santo Padre. Resumiendo, se necesitaría
una revisión del mismo Santo Padre, pero el resultado sería claramente “otra
cosa”, que no es lo que el Papa desea hacer cada mañana.
Aquí está explicado
lo que pretende el Santo Padre cada mañana. Y una de las normas de hermenéutica
para entender y recibir adecuadamente el magisterio legítimo y auténtico del
Pastor universal de la Iglesia es atender, en primer lugar a su propia
intención. Dicho de otro modo, los actos de magisterio se autocalifican en el
mismo acto. Ejemplos sencillos pueden ser los siguientes. Cuando Pío XII
proclamó el dogma de la Asunción de María a los Cielos, calificó su
intervención con estas palabras: «por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo,
de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, pronunciamos,
declaramos y definimos ser dogma de revelación divina…»
Otro ejemplo: Juan
Pablo II en la Carta Apostólica Ordinatio sacerdotalis dice al final: «declaro
que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación
sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como
definitivo por todos los fieles de la Iglesia». No se trata en este caso de la
definición de un dogma, pero sí es un acto de magisterio irreformable.
Por contraste,
cuando Benedicto XVI publicó Jesús de Nazareth, dejó bien claro en el prólogo:
«Sin duda, no necesito decir expresamente que este libro no es en modo alguno
un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal “del
rostro del Señor” (cf. Sal 27, 8). Por eso, cualquiera es libre de
contradecirme. Pido sólo a los lectores y lectoras esa benevolencia inicial,
sin la cual no hay comprensión posible» (J. Ratzinger, Jesús de Nazareth, parte
I, prólogo).
Atender, pues, a la
intención del Papa en cada momento es la primera condición para acoger su
magisterio. Así lo declara la citada nota del P. Lombardi: «Es necesario
insistir en el hecho de que, en el conjunto de las actividades del Papa, se
conserva atentamente la diferencia entre las diversas situaciones y celebraciones,
así como también el diverso nivel de empeño de sus pronunciamientos».
La vida moderna
presenta una diversidad de situaciones que no se daban en otros tiempos. Eran
famosas las informales ruedas de prensa que Juan Pablo II mantenía con los
periodistas que le acompañaban en el avión en sus numerosos viajes pastorales
por todo el mundo. Igualmente tenían especial tono confidencial las reuniones
con el clero o los seminaristas de una determinada diócesis. A esta variedad de
situaciones ha de añadirse el efecto multiplicador de los medios y las
posibilidades casi infinitas de combinar frases sueltas. Un lector poco avisado
puede encontrarse ante un puzle de titulares que pretenden reflejar la mente
del Papa.
Demos muchas gracias
a Dios por la “sorpresa” de este Papa y por las “sorpresas” que pueda
depararnos en un futuro. Pero aún no han llegado los “formatos mayores” en lo
doctrinal, lo normativo y, sobre todo, faltan los nombramientos.
Dios proveerá.
Jorge Salinas
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