Blog de Tío Paco-Franjaoli-Franja
Yo no sé
si habréis pensado en la importancia del sacerdote. Solo él puede hacer cercana
la sanación que nos trae Jesús, como en aquel tiempo del Evangelio. La lepra,
la parálisis, la ceguera y los flujos de sangre en nuestra alma, se pueden curar, si nos acercamos con humildad a que te puede decir-"Ipse Christus"-Yo
te absuelvo, yo te limpio, levántate y anda...tu fe te ha curado.
Ponga
aquí esta meditación hoy, para que pidamos por las vocaciones sacerdotales.
Este blog tiene esa finalidad. "Los obreros son pocos" Y el Señor quiere que pidamos vocaciones. ¿Las pedimos y las apoyamos? Franja.
¿Cómo
tocar con fe a Dios en la oración?
17 Mayo 2013
P. Guillermo Serra, LC
La
oración es acercarse a Jesús con humildad y tocarlo desde la fe. La oración
llena de fe es “la debilidad” de Dios y la fuerza del hombre. Jesús no se
resiste a hacer milagros cuando percibe una gran fe. No basta con tocar a
Jesús, sino tocarlo con fe y experimentar cómo muchas virtudes, gracias, salen
de Él para curar nuestro corazón y cuerpo.
«Entonces,
una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que no había
podido ser curada por nadie, se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y
al punto se le paró el flujo de sangre. Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Como
todos negasen, dijo Pedro: «Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen». Pero
Jesús dijo: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido
de mí». Viéndose descubierta la mujer, se acercó temblorosa, y postrándose ante
él, contó delante de todo el pueblo por qué razón le había tocado, y cómo al
punto había sido curada. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz».
(Lc 8,43-48)
Nuestra
propia enfermedad debe ser presentada con fe y esperanza
La mujer
hemorroisa sufría desde hacía 12 años esta enfermedad. No había encontrado
remedio, se había gastado todo en doctores. Sólo le quedaba una esperanza, ese
Jesús del que toda la gente hablaba. Debido a su enfermedad era impura y todo
lo que tocase automáticamente se convertía en impuro. Vivía en una soledad
total, separada de la sociedad, de su familia, 12 años queriendo “volver a
vivir”. Esta soledad, necesidad de vivir, de ser alguien, hizo que sin temor se
acercase a Jesús. Percibía en Él alguien que podría devolverle la vida, que
podría dar sentido a esta enfermedad y poder ser curada.
En la
oración nos presentamos también enfermos, débiles, con temores, resistencias,
profundas heridas que todavía sangran. Con facilidad buscamos en el mundo
diversos “doctores” que nos puedan curar, distracciones, pasatiempos que en el
fondo nos dejan igual y nos vamos desgastando. En la oración nos presentamos
conscientes de esta debilidad, pero a la vez llenos de fe porque estamos ante
el único que nos puede curar de raíz, el que puede devolvernos la vida, dar un
sentido profundo y nuevo a nuestra existencia, a nuestra soledad. Este acto de
fe y confianza son los pasos necesarios para llegar hasta el Maestro: “Creo en
ti Señor, espero en tu amor, confío en ti, quiero amarte para vivir”.
Presentamos nuestra vida ante Él, nuestra debilidad, enfermedad, con fe y confianza
para que Él nos cure.
Acercarse
a Jesús con humildad, con la mirada siempre fija en su Amor y ternura
Con gran
fe, se acercó a Jesús por detrás, y con delicadeza, consciente de su impureza,
se atrevió a tocarle con fe la orla de su manto.
Cuando
hay fe y amor, la oración se convierte en un buscar el bien de la otra Persona:
acogerle, cuidarlo, amarlo. Esto es lo que hace la hemorroisa. No piensa en sí
misma. No quiere “molestar” al Señor: con humildad se acerca por detrás y busca
tocar tan sólo el borde de su manto. Esto sería suficiente. La fe no busca
evidencia, no quiere tocar a toda costa, palpar como lo hizo Santo Tomás. Basta
con un detalle, un gesto cercano y tierno. Es un decirle a Jesús: “no te quiero
molestar, sé que me amas y con tocarte el borde del manto, te darás cuenta que
te necesito, que estoy aquí, que te amo y que quiero poderte abrazar… pero soy
impura, mi alma es impura, necesito que tu amor me purifique y me haga digna de
Ti”.
Así la
hemorroisa buscando el bien de Jesús, el no “hacerle” impuro, logra su propio
bien. La oración es buscar al otro para encontrarse con el otro. Es dejarse
encontrar buscando. Es rozar su Corazón para encontrase dentro de él.
La fe
mueve el Corazón de Jesús y fija su mirada en la humildad
La mujer
queda curada al instante. Jesús no espera a que la mujer le diga qué necesita.
Así es el Buen Pastor, conoce a sus ovejas, nos conoce y sabe lo que
necesitamos incluso antes de que se lo pidamos. Por eso, muchas veces la
oración es ponerse en su presencia, quizás experimentando un silencio que no es
indiferencia por parte de Jesús, sino un querer expresar ternura, contemplar a
su creatura tan amada y admirarla con amor.
Jesús
estaba siendo oprimido por la multitud, sin embargo, sintió que una virtud
salía de Él y gritó: « ¿Quién me ha tocado? » Los discípulos, asombrados, no
entienden esta pregunta. Decenas de personas están agolpadas, se empujan y
estrujan a Jesús y sólo una “le ha tocado”, aquella que apenas ha rozado el
borde de su manto.
Aquí
Jesús nos dice con claridad que tocarle es amarle, es tener la humildad de
confiar en Él, de tratarle con ternura y fe. De acercarse a Él como un niño a
su Padre y estar, sí, estar junto a Él. Muchos estaban más cerca que la mujer,
pero no tenían fe, era quizás más bien curiosidad, rutina.
La
oración nunca puede ser curiosidad o rutina. No es una actividad para llenarme
de ideas o repetir fórmulas aprendidas de memoria. Esto sería como empujar y
estrujar a Jesús, como aquel grupo que lo seguía. No, esta mujer nos enseña que
para tocar a Jesús hay que tener fe, hay que acudir con confianza, presentarse
con humildad y tener ternura hacia Dios. ¡Ah!, y sobre todo, hay que dejarse
querer por el Maestro que nos conoce, nos espera y al instante nos abraza con
amor.
Queremos
tocarte Jesús. Ayúdanos Señor a tocarte con fe
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