Homilías del Papa y Temas sacerdotales
SEAMOS ÁNGELES Por
Javier Leoz.
En esta jornada de hoy –día 24 de diciembre— que culminaremos
con la Nochebuena, en el inmediato umbral de la Navidad, al leer el relato
evangélico de este cuarto domingo de adviento, uno siente la llamada a
proclamar aquello que ángel San Gabriel llevó hasta los oídos de Santa María:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
1.- Esta noticia es la que, en estos días, no podemos apagar ni
consentir que deje de resonar como fundamento y fondo de la Navidad: ¡EL SEÑOR
ESTA CONTIGO! ¡VIENE A ESTAR CONTIGO! Contigo, mundo, que te agitas en un mar
de dudas. Cuando piensas que, tus problemas, son mayores que tus fuerzas para
hacerle frente. ¡El Señor está contigo!
Este anuncio, sintiéndonos ángeles, mensajeros y enviados por
Dios, puede ser nuestra tarea y nuestra misión dentro de la Navidad. ¿Podemos
consentir que, las luces, sean más impactantes que el destello de la Luz
Divina?
En nuestro empeño queda precisamente ese envío, permanente y
gozoso, de anunciar al mundo que el hombre no está sólo; que Dios viene para
acompañarle; que una Virgen –porque se fio y creyó- se sintió llena de una
felicidad que, sólo la fe, es capaz de ofrecer.
2.- Hoy, como entonces, el Señor sabe perfectamente que no se va
a encontrar con un hotel de cuatro estrellas; que tropezará con pocos o escasos
colaboradores que popularicen su nacimiento. Pero ojala, el Señor, atine los
corazones de algunas personas como esas sencillas cuevas en las que Dios pueda
nacer y crecer de nuevo para brindar a la humanidad una puerta o una ventana
por la que podamos entrar o ver un poco la salvación. ¿Seremos capaces de
cruzar por esa puerta –pequeña y estrecha- que es la puerta de belén? ¿Seremos
hábiles para asomarnos con la mirada de la fe y saborear y contemplar el
Misterio como lo hizo María?
3.- ¡EL SEÑOR ESTA CONTIGO! Es un grito que, desde la Iglesia y
desde las convicciones más profundas de todo creyente, lanzamos a una sociedad
capitaneada por mil soledades; a un ser humano acosado por falsas esperanzas; a
una realidad social individualista y con cierta sensación de orfandad. ¿No me
digáis que el anuncio de “El Señor está contigo” no despierta en nosotros
sentimientos de paz y de serenidad, de seguridad y de confianza, de
tranquilidad y de fe?
Todos, en estas Navidades, podemos ser trompetas anunciadoras
del gran Misterio de la Navidad o, por el contrario, sordina ante lo que
celebramos. ¿Qué preferimos ser? ¿Ángeles o silenciadores de la Buena Nueva?
4.- María, ante la llegada del Señor, se entregó de lleno a la
causa de Jesús. No le faltarían preocupaciones, turbaciones, dudas pero, a
continuación, supo que algo grande iba a ocurrir y puso alma, cuerpo y vida, para
que Dios –a través de ella y con ella- se hiciera presente en el mundo en
Jesucristo.
Por eso, en este cuarto domingo de adviento, damos gracias a la
Virgen, a María. Su “sí” nos sigue empujando a exclamar a los cuatro vientos
que, el Señor, ya está llegando; que el Señor va a nacer; que el Señor está tan
dentro de nuestras entrañas como un día lo estuvo en las de Ella. El calendario
civil nos hace celebrar en pocas horas el final del adviento y el inicio de la
Navidad. ¡Gracias, María! ¡Contigo y con nosotros estará el Señor!
5 ¿QUÉ SENTISTE, MARIA?
Con pocas palabras, pero en Ti
María,
habitó por el anuncio de un Ángel
el Misterio de un Dios humanado.
¿Qué sentiste, Virgen
María ante la llegada del mensajero?
¿Creíste, acaso, que ese personaje celestial
se equivocó de puerta?
¿Pensaste que, uno de tus vecinos,
venía para probar tu fe o tu
ingenuidad?
¿Qué sentiste María,
dinos Tú que miraste al cielo,
ante la llegada del famoso
mensajero?
Tal vez, como humilde nazarena,
sentiste que Dios habla en el
silencio
Que Dios se hace grande
en el que le recibe manifestándose
esclavo, humilde…y pequeño
Tal vez, como mujer de Dios,
mirando por la ventana
de tu pobre casa de Nazaret
soñaste que, simplemente,
era una estrella que de repente
cayó desde el mismo cielo.
O, tal vez, María,
en el secreto escondido
desde hace siglos,
supiste que, contigo,
la partitura comenzaba a escucharse
que el plan comenzaba a llevarse a cabo
que, Dios, en una más de las suyas
irrumpía ahora sin ruido, en
silencio,
sin más exigencia que tu obediencia
sin más preguntas que tu respuesta
sin más palacios que tu vientre
virginal
sin más pregoneros que un Ángel.
Ayúdanos, María,
en medio de los ruidos que sacuden
los valles de nuestras vidas
a escuchar, como Tú lo hiciste,
la voz de un Dios que sale a nuestro encuentro
en el rostro de un Niño nacido en pesebre.
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