Temas sacerdotales y Homilías del Papa.
SANTA
MISA EN LA CAPILLA DE LA CASA SANTA MARTA
CON ALGUNAS VÍCTIMAS DE ABUSOS
SEXUALES
POR PARTE DEL CLERO
(7 de julio de 2014)
HOMILÍA
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Lunes 7 de julio de 2014
La
imagen de Pedro viendo salir a Jesús de esa sesión de terrible interrogatorio,
de Pedro que se cruza la mirada con Jesús y llora. Me viene hoy al corazón en
la mirada de ustedes, de tantos hombres y mujeres, niños y niñas, siento la
mirada de Jesús y pido la gracia de su orar. La gracia de que la Iglesia llore
y repare por sus hijos e hijas que han traicionado su misión, que han abusado
de personas inocentes. Y hoy estoy agradecido a ustedes por haber venido hasta
aquí.
Desde
hace tiempo siento en el corazón el profundo dolor, sufrimiento, tanto tiempo
oculto, tanto tiempo disimulado con una complicidad que no, no tiene
explicación, hasta que alguien sintió que Jesús miraba, y otro lo mismo y otro
lo mismo… y se animaron a sostener esa mirada. Y esos pocos que comenzaron a
llorar nos contagiaron la consciencia de este crimen y grave pecado. Esta es mi
angustia y el dolor por el hecho de que algunos sacerdotes y obispos hayan
violado la inocencia de menores y su propia vocación sacerdotal al abusar
sexualmente de ellos. Es algo más que actos reprobables. Es como un culto
sacrílego porque esos chicos y esas chicas le fueron confiados al carisma
sacerdotal para llevarlos a Dios, y ellos los sacrificaron al ídolo de su
concupiscencia. Profanan la imagen misma de Dios a cuya imagen hemos sido
creados. La infancia, sabemos todos es un tesoro. El corazón joven, tan abierto
de esperanza contempla los misterios del amor de Dios y se muestra dispuesto de
una forma única a ser alimentado en la fe. Hoy el corazón de la Iglesia mira
los ojos de Jesús en esos niños y niñas y quiere llorar. Pide la gracia de
llorar ante los execrables actos de abuso perpetrados contra menores. Actos que
han dejado cicatrices para toda la vida.
Sé
que esas heridas son fuente de profunda y a menudo implacable angustia
emocional y espiritual. Incluso de desesperación. Muchos de los que han sufrido
esta experiencia han buscado paliativos por el camino de la adicción. Otros han
experimentado trastornos en las relaciones con padres, cónyuges e hijos. El
sufrimiento de las familias ha sido especialmente grave ya que el daño
provocado por el abuso, afecta a estas relaciones vitales de la familia.
Algunos han sufrido incluso la terrible tragedia del suicido de un ser querido.
Las muertes de estos hijos tan amados de Dios pesan en el corazón y en la
conciencia mía y de toda la Iglesia. Para estas familias ofrezco mis
sentimientos de amor y de dolor. Jesús torturado e interrogado con la pasión
del odio es llevado a otro lugar, y mira. Mira a uno de los suyos, el que lo
negó, y lo hace llorar. Pedimos esa gracia junto a la de la reparación.
Los
pecados de abuso sexual contra menores por parte del clero tienen un efecto
virulento en la fe y en la esperanza en Dios. Algunos se han aferrado a la fe
mientras que en otros la traición y el abandono han erosionado su fe en Dios.
La presencia de ustedes, aquí, habla del milagro de la esperanza que prevalece
contra la más profunda oscuridad. Sin duda es un signo de la misericordia de
Dios el que hoy tengamos esta oportunidad de encontrarnos, adorar a Dios,
mirarnos a los ojos y buscar la gracia de la reconciliación.
Ante
Dios y su pueblo expreso mi dolor por los pecados y crímenes graves de abusos
sexuales cometidos por el clero contra ustedes y humildemente pido perdón.
También les pido perdón por los pecados de omisión por parte de lideres de la
Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias de abuso
presentadas por familiares y por aquellos que fueron víctimas del abuso, esto
lleva todavía a un sufrimiento adicional a quienes habían sido abusados y puso
en peligro a otros menores que estaban en situación de riesgo.
Por
otro lado la valentía que ustedes y otros han mostrado al exponer la verdad fue
un servicio de amor al habernos traído luz sobre una terrible oscuridad en la
vida de la Iglesia. No hay lugar en el ministerio de la Iglesia para aquellos
que cometen estos abusos, y me comprometo a no tolerar el daño infligido a un
menor por parte de nadie, independientemente de su estado clerical. Todos los
obispos deben ejercer sus oficios de pastores con sumo cuidado para
salvaguardar la protección de menores y rendirán cuentas de esta
responsabilidad. Para todos nosotros tiene vigencia el consejo que Jesús da a
los que dan escándalos: la piedra de molino y el mar (cf. Mt 18,6).
Por
otra parte vamos a seguir vigilantes en la preparación para el sacerdocio.
Cuento con los miembros de la Pontificia Comisión para la Protección de
Menores, todos los menores, sean de la religión que sean, son retoños que Dios
mira con amor. Pido esta ayuda para que me ayuden a asegurar de que disponemos
de las mejores políticas y procedimientos en la Iglesia Universal para la
protección de menores y para la capacitación de personal de la Iglesia en la
implementación de dichas políticas y procedimientos. Hemos de hacer todo lo que
sea posible para asegurar que tales pecados no vuelva a ocurrir en la Iglesia.
Hermanos
y hermanas, siendo todos miembros de la Familia de Dios, estamos llamados a
entrar en la dinámica de la misericordia. El Señor Jesús nuestro salvador es el
ejemplo supremo el inocente que tomó nuestros pecados en la Cruz,
reconciliarnos es la esencia misma de nuestra identidad común como seguidores
de Jesucristo. Volviéndonos a El, acompañados de nuestra Madre Santísima a los
Pies de la Cruz buscamos la gracia de la reconciliación con todo el Pueblo de
Dios. La suave intercesión de nuestra Señora de la Tierna Misericordia es una
fuente inagotable de ayuda en nuestro viaje de sanación. Ustedes y todos
aquellos que sufrieron abusos por parte del clero son amados por Dios. Rezo
para que los restos de la oscuridad que les tocó sean sanados por el abrazo del
Niño Jesús, y que al daño hecho a ustedes le suceda una fe y alegría restaurada.
Agradezco
este encuentro. Y por favor, recen por mi para que los ojos de mi corazón
siempre vean claramente el camino del amor misericordioso, y que Dios me
conceda la valentía de seguir ese camino por el bien de los menores. Jesús sale
de un juicio injusto, de un interrogatorio cruel y mira a los ojos de Pedro, y
Pedro llora. Nosotros pedimos que nos mire, que nos dejemos mirar, que
lloremos, y que nos dé la gracia de la vergüenza para que como Pedro, cuarenta
días después podamos responderle: “Vos sabés que te amamos” y escuchar su voz
“Volvé por tu camino y apacentá a mis ovejas” y añado “y no permitas que ningún
lobo se meta en el rebaño”.
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