Temas sacerdotales y Homilías del Papa.
El Papa emérito, entrevistado por un
periodista polaco
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[actualizado el 20 de abril de 2014]
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El periodista polaco Wlodzimierz Redzioch ha sido el primero en
entrevistar con detalle a Benedicto XVI desde que es papa emérito. El motivo
fue conocer mejor a la figura de Juan Pablo II para elaborar un libro
titulado "Junto a Juan Pablo II. Hablan los amigos y
colaboradores", que recoge 21 entrevistas a personas cercanas al
Pontífice polaco, la primera de ellas la de Joseph Ratzinger. Esta Semana
Santa el diario La Razón ha publicado lo que el Papa emérito
explicaba sobre su predecesor en esa entrevista.
-Santidad, los nombres de Karol Wojtyla
y Joseph Ratzinger están vinculados, por varios motivos, con el Concilio
Vaticano II. ¿Se conocieron durante el Concilio?
-El primer encuentro consciente entre el cardenal Wojtyla y yo tuvo lugar
solamente en el Cónclave en el que fue elegido el Papa Juan Pablo I. Durante
el Concilio, habíamos colaborado los dos en la Constitución sobre la Iglesia
en el mundo contemporáneo, pero en secciones diversas, de modo que no nos
encontramos.
»En septiembre de 1978, con
ocasión de la visita de los obispos polacos a Alemania, yo estaba en Ecuador
como representante personal de Juan Pablo I. La Iglesia de Munich y Frisinga
está vinculada con la Iglesia ecuatoriana por una fraternidad llevada a cabo
por el arzobispo Echevarría Ruiz (Guayaquil) y el cardenal Döpfner. Y así,
con enorme disgusto, perdí la ocasión de conocer personalmente al arzobispo
de Cracovia. Naturalmente había oído hablar de su obra de filósofo y de
pastor, y desde hace tiempo deseaba conocerle.
»Wojtyla por su parte había
leído mi Introducción al cristianismo, que había también
citado en los Ejercicios Espirituales predicados por él a Pablo VI y a la
Curia en la Cuaresma de 1976. Por ello es como si interiormente los dos
hubiéramos estado esperando encontrarnos. Experimenté desde el
principio una gran veneración y una cordial simpatía por el metropolitano de
Cracovia. En el pre-cónclave de 1978 él analizó para nosotros en modo
sorprendente la naturaleza del marxismo. Pero sobre todo percibí enseguida
con fuerza la fascinación humana que él despertaba y, de cómo rezaba, advertí
cuán unido a Dios estaba
-¿Qué experimentó cuando el santo Padre
Juan Pablo II le ha llamó para confiarle la guía de la Congregación para la
Doctrina de la fe?
-Juan Pablo II me llamó en 1979 para nombrarme prefecto de la Congregación
para la Educación Católica.
»Habían transcurrido apenas
dos años desde mi consagración episcopal en Munich y me parecía imposible
dejar tan rápido la sede de san Corbiniano. La consagración episcopal
representaba de alguna manera una promesa de fidelidad hacia mi diócesis de
pertenencia. Pedí por ello al Papa que no hiciera ese nombramiento; y él
llamó para ese encargo al cardenal Baum de Washington, preanunciándome, con
todo, desde aquel momento, que enseguida me llamaría para otro encargo. Fue
en el curso del año 1980 cuando me dijo que me quería nombrar, a finales de
1981, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como sucesor del
cardenal Šeper.
»Dado que continuaba
sintiéndome obligado ante mi diócesis de pertenencia, para la aceptación del
encargo me permití poner una condición, que por lo demás consideraba
irrealizable. Dije que sentía el deber de continuar publicando trabajos
teológicos. Podría responder afirmativamente sólo si esto fuera compatible
con la tarea de prefecto. El Papa, que conmigo era siempre muy benévolo y
comprensivo, me dijo que se informaría sobre esa cuestión para hacerse una
idea. Cuando más tarde le hice una visita, me explicó que las publicaciones
teológicas son compatibles con el oficio de prefecto; también el cardenal
Garrone, dijo, había publicado trabajos teológicos cuando era prefecto de la
Congregación para la Educación Católica.
»Así que acepté el encargo,
bien consciente de la gravedad de la tarea, pero sabiendo también que la
obediencia al Papa exigía ahora de mí un «sí».
-¿Podría decirnos cómo se desarrollaba
la colaboración entre ustedes?
- La colaboración con el santo Padre estuvo siempre caracterizada
por la amistad y el afecto. Ésta se desarrolló sobre todo en dos planos: el
oficial y el privado.
»El Papa cada viernes, a las
seis de la tarde, recibía en audiencia al prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, que sometía a su decisión los problemas aparecidos. Tenían
naturalmente prioridad los problemas doctrinales, a los que se añadían
cuestiones de tipo disciplinar (la reducción al estado laical de sacerdotes
que hacen una petición, la concesión del privilegio paulino para aquellos
matrimonios en los que uno de los dos cónyuges no es cristiano, y otras
cuestiones). Enseguida se añadió también el trabajo en vía de elaboración del
Catecismo de la Iglesia Católica.
»Algunas veces, el santo
Padre recibía con tiempo la documentación esencial y por tanto conocía
anticipadamente las cuestiones de las que iba a tratar. De este modo, sobre
problemas teológicos hemos podido siempre conversar fructuosamente. El Papa
era muy versado en literatura alemana contemporánea y era siempre hermoso
(para los dos) buscar juntos la decisión justa sobre todas estas cosas.
»Junto a las verdaderas y
específicas citas oficiales, había diversos tipos de encuentros semioficiales
o no oficiales.
»Llamaría semioficiales a las
audiencias en las que, por diversos años, cada martes por la mañana, se
trataban las catequesis del miércoles con grupos compuestos cada vez en modo
diverso. Por medio de las catequesis, el Papa había decidido ofrecer con el
tiempo un catecismo. Él indicaba los temas y hacía preparar breves
consideraciones preliminares para desarrollar luego. Dado que estaban siempre
presentes representantes de diversas disciplinas, esas conversaciones eran
siempre muy hermosas e instructivas; las recuerdo con gusto. También aquí
emergía la competencia teológica del Papa. Pero al mismo tiempo, yo admiraba
su disponibilidad a aprender.
»En fin, era costumbre del
Papa, invitar a comer a los obispos en visita ad limina, como también a
grupos de obispos y sacerdotes de diversa composición, según la
circunstancia. Eran casi siempre «comidas de trabajo» en las cuales a menudo se
proponía un tema teológico.
»En los primeros tiempos hubo
toda una serie de comidas en las que se discutía paso a paso el nuevo Código.
Era una versión semi-definitiva sobre la que trabajábamos durante esas
comidas, elaborando de este modo la redacción final. Más tarde, se discutieron
los temas más variados.
»El gran número de presentes
hacía siempre variada la conversación y de amplios vuelos. Y, sin embargo,
había siempre un puesto para el buen humor. El Papa reía con gusto y así
aquellas comidas de trabajo, a pesar de la seriedad que se imponía, eran de
hecho también ocasiones para estar en gozosa compañía.
-¿Cuáles han sido los desafíos
doctrinales que han afrontado juntos durante su mandato al frente de la
Congregación para la Doctrina de la Fe?
-El primer gran desafío que afrontamos fue la Teología de la Liberación
que se estaba difundiendo en América Latina. Tanto en Europa como en América
del Norte era opinión común que se trataba de un apoyo a los pobres y por
tanto de una causa que se debía aprobar sin más. Pero era un error.
»La pobreza y los pobres eran
sin duda tematizados por la Teología de la liberación pero con una
perspectiva muy específica. Las formas de ayuda inmediata a los pobres y las
reformas que mejoraban la condición venían condenadas como reformismo que
tiene el efecto de consolidar el sistema: provocaban, se decía, rabia e
indignación que, con todo, eran necesarias para la transformación
revolucionaria del sistema.
»No era cuestión de ayudas y
de reformas, se decía, sino de la gran revuelta, de la que debía salir un
mundo nuevo. La fe cristiana era usada como motor para este movimiento
revolucionario, transformándola así en una fuerza de tipo político. Las
tradiciones religiosas de la fe eran puestas al servicio de la acción
política.
»De este modo, la fe era
profundamente alienada de sí misma y se debilitaba así también el verdadero
amor por los pobres. Naturalmente, estas ideas se presentaban con diversas
variantes y no siempre se asomaban con absoluta nitidez, pero, en el
conjunto, esta era la dirección.
»A una tal falsificación de la
fe cristiana era necesario oponerse también precisamente por amor de los
pobres y en favor del servicio a ellos. Sobre la base de las experiencias
hechas en su patria polaca, Juan Pablo II nos facilitó las reflexiones
fundamentales. Por una parte,él había vivido la esclavitud operada por esa
ideología marxista que hacía de madrina de la Teología de la Liberación.
»Sobre la base de su dolorosa
experiencia, le resultaba claro que era necesario contrastar ese tipo de
«liberación». Por otra parte, precisamente la situación de su patria le había
mostrado que la Iglesia debe verdaderamente actuar para la libertad y la
liberación no en modo político, sino despertando en los hombres, a través de
la fe, las fuerzas de la auténtica liberación.
»El Papa nos guió para tratar
los dos aspectos: por un lado, desenmascarar una falsa idea de
liberación, por otro, exponer la auténtica vocación de la Iglesia a la
liberación del hombre. Esto es lo que hemos tratado de decir en las
dos Instrucciones sobre la Teología de la liberación que están al principio
de mi trabajo en la Congregación para la Doctrina de la Fe.
»Uno de los principales
problemas de nuestro trabajo, en los años en los que fui Prefecto, era el
esfuerzo por llegar a una correcta comprensión del ecumenismo.
»También en este caso se trata
de una cuestión que tiene un doble perfil: por un lado, se debe afirmar
con toda urgencia la tarea de actuar a favor de la unidad y se deben
abrir caminos que conduzcan a ella; por otro, es necesario rechazar
falsas concepciones de la unidad, que querrían alcanzar la unidad de la fe a
través del atajo de la disolución de la fe.
»Han nacido en este contexto
los documentos sobre varios aspectos del ecumenismo. Entre ellos, el que
suscitó las mayores reacciones fue la declaración Dominus
Jesus del 2000, que resumió los elementos irrenunciables de la
fe católica.
»Por último, nos hemos ocupado
también de la cuestión relativa a la naturaleza y a la tarea de la teología
en nuestro tiempo. Cientificidad y vinculación con la Iglesia les parecen hoy
a muchos elementos en contradicción. Y, sin embargo, la teología puede
subsistir únicamente en la Iglesia y con la Iglesia. Sobre esta cuestión
hemos publicado una Instrucción.
»El diálogo entre las
religiones es y sigue siendo un tema central; sobre él, sin embargo, hemos
podido publicar sólo algunos textos más bien breves. Hemos tratado de
acercarnos a la cuestión con prudencia, sobre todo a través del diálogo con
los teólogos y las conferencias episcopales. Importante fue sobre todo el
encuentro con las comisiones doctrinales de las Conferencias Episcopales de
los países asiáticos en Hong Kong.
-Entre las muchas encíclicas de Juan
Pablo II, ¿cuál considera la más importante?
-Pienso que son tres las encíclicas de particular importancia. En primer
lugar, querría mencionar la «Redemptor hominis», la primera encíclica
del Papa, en la que él ofreció su síntesis personal de la fe
cristiana.
»Este texto es una especie de
compendio de su personal confrontación y encuentro con la fe y presenta así
una visión completa de la lógica del cristianismo.
»Como respuesta a la pregunta
sobre cómo se puede ser cristiano hoy y creer como católico, este texto
totalmente personal y a la vez totalmente eclesial puede ser de gran ayuda a
todos aquellos que están buscando.
»En segundo lugar, querría
mencionar la encíclica «Redemptoris missio». Se trata de un
texto que pone de manifiesto la importancia permanente de la tarea misionera
de la Iglesia, deteniéndose particularmente en las cuestiones que se plantean
a la cristiandad en Asia y que ocupan a la teología en el mundo occidental.
»Se examina la relación entre
el diálogo de las religiones y la tarea misionera y se muestra por qué,
también hoy, es importante anunciar la Buena Nueva de Cristo, el Redentor de
todos los hombres, a los hombres de todo lugar de la tierra y de toda
cultura.
»En tercer lugar, querría
citar la encíclica sobre los problemas morales, «Veritatis
splendor». Ha precisado de largos años de maduración y sigue siendo
de permanente actualidad. La Constitución del Vaticano II sobre la Iglesia en
el mundo contemporáneo, frente a la orientación de la época, prevalentemente
iusnaturalista de la teología moral, quería que la doctrina moral católica
sobre la figura de Jesús y su mensaje tuviera un fundamento bíblico. Esto se
intentó a través de las referencias bíblicas sólo durante un breve periodo,
luego se fue afirmando la opinión de que la Biblia no tenía una moral propia
que anunciar, sino que se remitía a los modelos morales válidos según la
ocasión. La moral es cuestión de la razón, se decía, no de la fe.
»Desapareció así, por una
parte, la moral entendida en sentido iusnaturalista, pero en su lugar no se
afirmó ninguna concepción cristiana. Y dado que no se podía reconocer ni un
fundamento metafísico ni uno cristológico de la moral, se recurrió a
soluciones pragmáticas: una moral fundada sobre el principio del equilibrio
de bienes, en la cual no existe ya lo que está verdaderamente mal o lo que
está verdaderamente bien, sino sólo aquello que, desde el punto de vista de
la eficacia, es mejor o peor.
»La gran tarea que el Papa
tuvo en esta encíclica fue la de recuperar nuevamente un fundamento
metafísico en la antropología, como también una concreción cristiana en la
nueva imagen del hombre de la Sagrada Escritura.
»Estudiar y asimilar esta
encíclica sigue siendo un gran e importante deber.
»De gran significado es
también la encíclica «Fides et ratio», en la que el Papa se
esfuerza por ofrecer una nueva visión de la relación entre fe cristiana y
razón filosófica. Por último es absolutamente necesario mencionar la «Evangelium Vitae», que desarrolla
uno de los temas fundamentales de todo el pontificado de Juan Pablo II: la
dignidad intangible de la vida humana, desde el momento mismo de la
concepción.
-¿Cuáles eran las características
sobresalientes de la espiritualidad de Juan Pablo II?
-La espiritualidad del Papa estaba caracterizada sobre todo por la
intensidad de su oración y por tanto estaba profundamente arraigada en la
celebración de la Santa Eucaristía y era practicada junto con toda la Iglesia
mediante el rezo del Breviario.
»En su libro autobiográfico
«Don y misterio» es posible ver cómo el sacramento del sacerdocio determinó
su vida y su pensamiento. Así, su devoción no podía nunca ser puramente
individual, sino que estaba siempre también llena de solicitud por la Iglesia
y por los hombres. La tarea de llevar a Cristo a los demás estaba arraigada
en el centro de su piedad.
»Todos nosotros hemos conocido
su gran amor por la Madre de Dios. Donarse del todo a María significó ser,
con ella, totalmente para el Señor. Así como María no vivió para sí misma
sino para Él, del mismo modo, él aprendió de ella y del estar con ella una
completa y rápida dedicación a Cristo.
-Ha abierto el iter para la
beatificación antes de los tiempos establecidos por el Derecho Canónico.
¿Desde cuándo y cómo se ha convencido de la santidad de Juan Pablo II?
-Que Juan Pablo II fuera un
santo, en los años de la colaboración con él me ha sido continuamente cada
vez más claro. Hay que tener en cuenta ante todo naturalmente su
intensa relación con Dios, ese estar inmerso en la comunión con el Señor del
que acabo de hablar. De aquí venía su alegría en medio de las grandes fatigas
que tenía que soportar, y la valentía con la que asumió su tarea en un tiempo
realmente difícil.
»Juan Pablo II no pedía
aplausos, ni ha mirado nunca alrededor preocupado por cómo eran acogidas sus
decisiones. Él ha actuado a partir de su fe y de sus
convicciones y estaba también dispuesto a sufrir golpes. La valentía
de la verdad es, a mi modo de ver, un criterio de primer orden de la
santidad. Sólo a partir de su relación con Dios es posible entender también
su indefectible empeño pastoral.
»Su empeño fue infatigable, y
no sólo en los grandes viajes, cuyos programas estaban llenos de citas, desde
el comienzo hasta el fin, sino también día a día, desde la misa de la mañana
hasta las altas horas de la noche.
»Durante la primera visita a
Alemania (1980), tuve por primera vez una experiencia muy concreta de este
empeño enorme. Para su estancia en Múnich, decidí que debía tener un descanso
más largo a mediodía. Durante la pausa me llamó a su habitación. Lo encontré
mientras rezaba el Breviario y le dije: «Santo Padre, usted debería
descansar»; y él: «Podré hacerlo en el cielo».
»Sólo quien está
profundamente lleno de la urgencia de su misión puede actuar así. Pero debo
honrar también su extraordinaria bondad y comprensión. A menudo habría tenido
motivos suficientes para criticarme o poner fin a mi tarea de Prefecto. Y sin
embargo me sostuvo con una fidelidad y una bondad absolutamente
incomprensible.
»Querría poner un ejemplo.
Frente al torbellino que se había desatado por la declaración Dominus Jesus, me dijo que en el
Angelus quería defender inequívocamente el documento. Me invitó a escribir un
texto para el Angelus que fuera estanco y no permitiera ninguna
interpretación diversa. Tenía que emerger de forma inequívoca que él aprobaba
el documento.
»Preparé por tanto un breve
discurso; no pretendía, sin embargo, ser demasiado brusco y por ello traté de
expresarme con claridad pero sin dureza. Después de leerlo, me dijo : «¿Es de
verdad suficientemente claro?». Yo respondí que sí. Quien conoce a los
teólogos no se sorprenderá por el hecho de que hubo quien sostuvo que el Papa
había prudentemente tomado distancia de la «Dominus Jesus».
-¿Qué experimenta hoy que la Iglesia
reconoce la santidad de «su» Papa, Juan Pablo II, del que ha sido un estrecho
colaborador?
-Mi recuerdo de Juan Pablo II está lleno de gratitud. No podía y no debía
intentar imitarle, pero he tratado de seguir llevando adelante su herencia y
su tarea lo mejor que he podido.
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