martes, 31 de mayo de 2016

Homilía del Papa Una liturgia llena de alegría 2016-05-31

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Homilía del Papa: 
el cristiano sirve inmediatamente 
y con alegría


2016-05-31 Radio Vaticana
Una liturgia llena de alegría

(RV).- Si “aprendiéramos el servicio y a salir al encuentro de los demás”, cómo “cambiaría el mundo”. Con esta consideración el Papa Francisco concluyó la homilía de la Misa de la mañana celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice dedicó su reflexión a la Virgen, en el día conclusivo del mes mariano. Y afirmó que el servicio y el encuentro, hacen experimentar una “alegría” que “colma la vida”.

Coraje femenino, capacidad de salir al encuentro de los demás, mano extendida en el sentido de ayuda, diligencia, y, sobre todo alegría, de esas que colman el corazón y dan sentido a la vida y un rumbo nuevo.

La alegría y la cara torcida
Inspirándose en el pasaje del Evangelio que narra la visita de María a Santa Isabel; pasaje que, junto a las palabras del Profeta Sofonías en la Primera lectura y de San Pablo en la Segunda, Francisco afirmó que estos conceptos presentan una liturgia “llena de alegría”, que llega como una ventada de “aire fresco” para “colmar nuestra vida”:

“Qué feo esos cristianos con la cara torcida, los cristianos tristes. Qué cosa fea, fea, fea. No son plenamente cristianos. Creen que los son, pero no lo son plenamente. Éste es el mensaje cristiano. Y en este clima de alegría, que la liturgia nos da hoy como un regalo, quisiera subrayar sólo dos cosas: primero: una actitud; y segundo: un hecho. La actitud es el servicio”.

Las mujeres, coraje de la Iglesia
Además el Papa observó que María desarrolla su servicio sin titubeos. De hecho, tal como se lee en el Evangelio, “fue inmediatamente” y esto, afirmó Francisco, a pesar de estar embarazada y correr el riesgo de encontrarse con algún bandido a lo largo del camino. “Esta muchacha de 16 o 17 años, dijo, “era valerosa. Se levanta y va”, sin excusas:

“Coraje de mujer. Las mujeres valerosas que hay en la Iglesia: son como la Virgen. Estas mujeres que llevan adelante la familia, estas mujeres que llevan adelante la educación de los hijos, que afrontan tantas adversidades, tanto dolor, que cuidan a los enfermos… Valerosas: se levantan y sirven, sirven. El servicio es signo cristiano. Quien no vive para servir, no sirve para vivir. Servicio en la alegría, ésta es la actitud que yo quisiera subrayar hoy. Hay alegría y también servicio. Siempre para servir”.

El encuentro es un signo cristiano
El segundo punto sobre el que el Papa se detuvo en su homilía fue el encuentro entre María y su prima. Y evidenció que “estas dos mujeres se encuentran y se encuentran con alegría”, aquel momento es “toda una fiesta”. De ahí que haya afirmado “si nosotros aprendiéramos esto”, es decir el servicio, y a “salir al encuentro de los demás, cómo cambiaría el mundo”:

“El encuentro es otro signo cristiano. Una persona que dice ser cristiana y no es capaz de salir al encuentro de los demás, de encontrar a los demás, no es totalmente cristiana. Tanto el servicio como el encuentro requieren Salir de sí mismos: salir para servir y salir para encontrar, para abrazar a otra persona. Con este servicio de María, con este encuentro, se renueva la promesa del Señor, se pone en práctica en el presente, en aquel presente. Y precisamente el Señor – como hemos escuchado en la primera Lectura: ‘El Señor tu Dios está en medio de ti” – el Señor está en el servicio, el Señor está en el encuentro”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

(from Vatican Radio)

jueves, 26 de mayo de 2016

Homilía de hoy del Papa en el Corpus Christi 26/05/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Francisco \ Homilías
Ofrecer lo que recibimos de las manos de Jesús,
 el Papa en el Corpus Christi


El Papa la tarde del jueves en San Juan de Letrán - REUTERS
26/05/2016 14:42SHARE:

(RV).-  La tarde del jueves 26 de mayo, Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el Papa Francisco presidió la Celebración Eucarística en la Basílica de San Juan de  Letrán. “Hagan esto en memoria mía”: el mandato de Cristo a los discípulos en el relato de la institución de la Eucaristía narrado en la Carta de Pablo a los Corintios, fue el tema de la homilía del Santo Padre. “Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el ‘hacer’ la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo”, observó el Papa, quien constata que en realidad es Jesús el que bendice y parte los panes con el fin de satisfacer a todas esas personas, con los cinco panes y los dos peces traídos por los discípulos. “Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían. Hay además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente”. “También esto es ‘hacer’ con Jesús, es ‘dar de comer’ con Él. Un milagro destinado no sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre”. El Obispo de Roma precisó que por esto hay que pasar siempre a través de aquellos dos pequeños gestos: “ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos”.

Luego de la Celebración Eucarística en San Juan de Letrán se lleva a cabo la tradicional Procesión Eucarística que llega hasta la no muy lejana Basílica de Santa María la Mayor. En palabras de Francisco: “un gesto para hacer memoria de Él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para ‘partir’ nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero”.
(RC-RV)

Homilía del Papa Francisco

«Hagan esto en memoria mía» (1Co 11,24.25).

            El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, refiere por dos veces este mandato de Cristo en el relato de la institución de la Eucaristía. Es el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena.

            «Hagan esto». Es decir, tomen el pan, den gracias y pártanlo; tomen el cáliz, den gracias y distribúyanlo. Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el «hacer» la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo.

            «Hagan esto». Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en obediencia a la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. Ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dénles ustedes de comer» (Lc 9,13). En realidad, Jesús es el que bendice y parte los panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían. Hay además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente. También esto es «hacer» con Jesús, es «dar de comer» con él. Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre (cf. Jn 6,48-58). Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos. Hacer y también partir.

            Partir: esta es la otra palabra que explica el significado del «hagan esto en memoria mía». Jesús se ha dejado «partir», se parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás. Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron «al partir el pan» (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén: «Perseveraban [...] en la fracción del pan» (Hch 2,42). Se trata de la Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la Iglesia. Pero recordemos también a todos los santos y santas –famosos o anónimos–, que se han dejado «partir» a sí mismos, sus propias vidas, para «alimentar a los hermanos». Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Hagan esto en memoria mía».

            Que el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer memoria de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero.

martes, 24 de mayo de 2016

Homilía del Papa en Santa Marta santidad 2016-05-24

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Misa del Papa: 
santidad significa ir adelante cada día con coraje


2016-05-24 Radio Vaticana

(RV). “Caminar ante la presencia de Dios de modo irreprensible”. En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, el Papa afirmó que esto quiere decir “moverse hacia la santidad”. Un empeño que ciertamente tiene necesidad de un corazón que sepa esperar con coraje, ponerse en discusión y abrirse “con sencillez” a la gracia de Dios.

"La santidad no se compra. Ni la ganan las mejores fuerzas humanas. No, la santidad sencilla de todos los cristianos, la nuestra, aquella que debemos hacer todos los días – afirmó el Papa – es un camino que se puede hacer sólo si lo sostienen cuatro elementos imprescindibles, a saber: coraje, esperanza, gracia y conversión".

El camino del coraje
Francisco comentó el pasaje litúrgico tomado de la primera Carta de Pedro, que definió un “pequeño tratado sobre la santidad”, que dice que debemos “caminar ante la presencia de Dios de modo irreprensible”:

“Este caminar: la santidad es un camino, la santidad no se puede comprar, no se vende. Ni siquiera se regala. La santidad es un camino ante la presencia de Dios, que debo hacer yo: no puede hacerlo otro en mi nombre. Yo puedo rezar para que aquel otro sea santo, pero el camino debe hacerlo él, no yo. Caminar ante la presencia de Dios, de modo irreprensible. Y yo usaré hoy algunas palabras que nos enseñen cómo es la santidad de cada día, aquella santidad – digamos – también anónima. Primero: coraje. El camino hacia la santidad requiere coraje”.

Esperanza y gracia
“El Reino de los Cielos de Jesús – repitió el Papa – es para aquellos que tienen el coraje de ir adelante” y el coraje – observó –  está movido por “la esperanza”, la segunda palabra del itinerario que conduce a la santidad. El coraje que espera “en un encuentro con Jesús”. Después está el tercer elemento, cuando Pedro escribe: “Pongan toda su esperanza en aquella gracia”:

“La santidad no podemos hacerla nosotros solos. No. Es una gracia. Ser bueno, ser santo, ir dando todos los días un paso adelante en la vida cristiana es una gracia de Dios y debemos pedirla. Coraje, un camino. Un camino, que se debe hacer con coraje, con la esperanza y con la disponibilidad de recibir esta gracia. Y la esperanza: la esperanza del camino. Es tan bello aquel capítulo XI de la Carta a los Hebreos, léanlo. Relata el camino de nuestros padres, de los primeros llamados por Dios. Y de cómo ellos fueron adelante. Y de nuestro padre Abraham dice: ‘Pero, él salió sin saber adónde iba’. Pero con esperanza”.

Convertirse todos los días
El Pontífice prosiguió explicando que Pedro, en su Carta, pone de manifiesto la importancia de un cuarto elemento. Cuando invita a sus interlocutores a no conformarse “a los deseos de un tiempo”, los insta esencialmente a cambiar desde dentro el propio corazón, en un continuo y cotidiano trabajo interior:

“La conversión, todos los días: ‘Ah, Padre, para convertirme yo debo hacer penitencias, darme bastonazos…’. ‘No, no, no: conversiones pequeñas. Pero si tú eres capaz de lograr no hablar mal de alguien, estás por el buen camino para llegar a ser santo’. ¡Es tan simple! Yo sé que ustedes jamás hablan mal de los demás, ¿no? Pequeñas cosas… Tengo ganas de criticar al vecino, al compañero de trabajo: morderse la lengua un poco. Se hinchará un poco la lengua, pero su espíritu será más santo, en este camino. Nada grande, mortificaciones: no, es sencillo. El camino de la santidad es simple. No volver para atrás, sino ir siempre adelante, ¿no? Y con fortaleza”.

(María Fernanda Bernasconi - RV)
(from Vatican Radio).

Homilía del Papa, Dios no es una ecuación 2016-05-20

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Misa en Santa Marta - Dios no es una ecuación
 L’Osservatore Romano 

2016-05-20

ocho parejas que celebran cincuenta años de matrimonio

«Hoy en esta misa hay ocho parejas que celebran cincuenta años de matrimonio —es un auténtico testimonio en este tiempo de la cultura de lo provisional— y una pareja que celebra sus veinticinco años». Precisamente por ellos el Papa ofreció la misa del viernes 20 de mayo, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta, proponiendo en la homilía una reflexión sobre el matrimonio para recordar que testimoniar la verdad significa también comprender a las personas.

Lo que atrajo inmediatamente la atención, afirmó Francisco refiriéndose a las lecturas de la liturgia del día, es la escena relatada en el Evangelio de san Marcos (10, 1-12): «Jesús, marchándose de Cafarnaúm, fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán», y «de nuevo vino la gente donde él y, como acostumbraba, les enseñaba».

Protagonista, explicó el Papa, es «la multitud que va a su encuentro: Él les enseñaba y ellos escuchaban». Todas aquellas personas seguían a Jesús precisamente porque les gustaba escucharle. El Evangelio dice que «Él enseñaba con autoridad, no como enseñaban los escribas y los fariseos». Por esto «la multitud, el pueblo de Dios, estaba con Jesús».

Pero, precisa el evangelista Marcos, estaba también, «por otra parte, ese pequeño grupo de fariseos, saduceos, doctores de la ley que siempre se acercaban a Jesús con malas intenciones». El Evangelio nos dice claramente que su intención era «ponerlo a prueba»: estaban siempre preparados para usar la clásica cáscara de banana «para hacer caer a Jesús», quitándole, de esa forma, «la autoridad».

Estas personas, afirmó el Pontífice, «estaban separadas del pueblo Dios: eran un pequeño grupo de teólogos iluminados que creían tener toda la ciencia y la sabiduría». Pero «a fuerza de cocinar su teología, habían caído en la casuística y no podían salir de esa trampa». Y, así, repetían continuamente: «¡No se puede, no se puede!». De estas personas, añadió el Papa, Jesús «habla mucho en el capítulo 23 de Mateo y las describe bien».

«La cuestión es el matrimonio», dijo claramente Francisco. Un tema, destacó, que «parece providencial, con ocho parejas que celebran cincuenta años de matrimonio y una sus veinticinco años» presentes en la celebración de la misa en la capilla de la Casa Santa Marta.

«Dos veces, en el Evangelio, este pequeño grupo» hace una «pregunta a Jesús sobre el matrimonio». En particular «una vez los saduceos, que no creían en la vida eterna, presentaron una pregunta sobre el levirato», o sea respecto a «la mujer que se había casado con siete hermanos y luego al final murió: ¿cuál será el marido de esta mujer en el más allá?». Una pregunta pensada precisamente para buscar «poner en ridículo a Jesús».

En cambio la otra pregunta es esta: «¿Es lícito repudiar a una mujer?». Pero «Jesús, en ambas situaciones, no se detiene en el caso particular, sino que va más allá: se centra en la plenitud del matrimonio».

«En el caso del levirato —explicó el Papa— Jesús se centra en la plenitud escatológica: “En el cielo no habrá ni marido ni esposa, vivirán como ángeles de Dios”». Él se centra «en la plenitud de la luz que viene de esa plenitud escatológica». Así, pues, «Jesús recuerda la plenitud de la armonía de la creación: “Desde el comienzo de la creación, Dios los hizo varón y hembra”».

Está claro, afirmó el Pontífice, que «Él no se equivoca, Él no busca hacer un buen papel delante de ellos: “Dios los hizo varón y hembra”». E inmediatamente añade: «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa; y la mujer dejará a su padre y a su madre y se unirá a su marido —se sobreentiende— y los los dos ser harán una carne sola». Esto «es fuerte», comentó el Papa, añadiendo: «Una simbiosis, una carne sola, así siguen adelante: ya no son dos, sino una sola carne». Por lo tanto, «que el hombre no separe lo que Dios ha unido».

«Tanto en el caso del levirato como en esto Jesús responde desde la verdad aplastante, desde la verdad contundente —¡esta es la verdad!—, desde la plenitud, siempre», destacó el Papa. Por lo demás, «Jesús nunca negocia la verdad». En cambio, «este pequeño grupo de teólogos iluminados negociaba siempre la verdad, reduciéndola a la casuística». A diferencia de Jesús, que «no negocia la verdad: esta es la verdad sobre el matrimonio, no existe otra».

Sin embargo, «Jesús es muy misericordioso —insistió Francisco—, es tan grande que nunca, nunca, nunca cierra la puerta a los pecadores». Se comprende cuando les pregunta: «¿Qué os prescribió Moisés? ¿Qué os ordenó Moisés?». La respuesta es que «Moisés permitió escribir un acta de divorcio». Y «es verdad, es verdad». Pero Jesús responde así: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto».

Aquí, afirmó el Pontífice, «está la plenitud de la verdad, esa verdad fuerte, contundente, pero también la debilidad humana, la dureza del corazón». Y «Moisés, el legislador, hizo esto, pero que las cosas queden claras: la verdad es una cosa y otra cosa es la dureza del corazón que es la condición pecadora de todos nosotros». Por ello «Jesús deja aquí la puerta abierta al perdón de Dios, pero en casa, a los discípulos, les repite la verdad: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio”». Jesús «lo dice claramente, sin giros de palabras: “Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”».

El pasaje evangélico nos revela «las verdades que nos da Jesús, que son verdades plenas, recibidas de Dios, del Padre, que son siempre así». Y nos muestra también «el modo», es decir «cómo Jesús se comporta ante los pecadores: con el perdón, dejando la puerta abierta». Y «en esta referencia a Moisés, deja en cierto sentido algo para el perdón de la gente que no logra vivir este compromiso». Por lo demás, también «hoy, en este mundo en el que vivimos, con esta cultura de lo provisional, esta realidad de pecado es muy fuerte».

Jesús, «al recordar a Moisés, nos dice que está la dureza del corazón, está el pecado». Pero «algo se puede hacer: el perdón, la comprensión, el acompañamiento, la integración, el discernimiento de estos casos». Con la consciencia de que «la verdad nunca se vende, nunca». Jesús «es capaz de decir esta verdad tan grande y, al mismo tiempo, ser tan comprensivo con los pecadores, con los débiles». En cambio, «este pequeño grupo de teólogos iluminados, que caen en la casuística, son incapaces tanto de horizontes grandes como de amor y comprensión respecto a la debilidad humana».

«Nosotros debemos caminar con estas dos cosas que Jesús nos enseña: la verdad y la comprensión», sugirió Francisco. Y «esto no se resuelve como una ecuación matemática», sino «con la propia carne: es decir, yo cristiano ayudo a esa persona, a aquellos matrimonios que atraviesan una dificultad, que están heridos, en el camino de acercamiento a Dios». Permanece el hecho que «la verdad es aquella, pero esta es otra verdad: todos somos pecadores, en camino». Y «siempre está este trabajo por hacer: cómo ayudar, cómo acompañar, pero también cómo enseñar a aquellos que se quieren casar cuál es la verdad sobre el matrimonio».

Es «curioso» destacar que Jesús «al hablar de la verdad dice las palabras claras: pero con cuanta delicadeza trata a los adúlteros». Y, así, «a aquella mujer, que llevaron ante él para ser lapidada, con cuanta delicadeza» dice: «Mujer, nadie te ha condenado, tampoco yo, ve en paz y no peques más». Y «con cuanta delicadeza Jesús trata a la samaritana, que tenía una buena historia de adulterios», diciéndole: «llama a tu marido», y deja que sea ella quien diga: «no tengo marido».

Como conclusión, Francisco expresó el deseo de «que Jesús nos enseñe a tener con el corazón una gran adhesión a la verdad y también con el corazón una gran comprensión y acompañamiento a todos nuestros hermanos que atraviesan momentos de dificultad». Y «esto es un don: lo enseña el Espíritu Santo, no estos doctores iluminados que para enseñarnos necesitan reducir la plenitud de Dios a una ecuación casuística».


sábado, 21 de mayo de 2016

Homilía del Papa: triste es el cristiano aferrado a las riquezas 23/05/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Francisco \ Misa en Santa Marta
Homilía del Papa: triste es el cristiano aferrado
a las riquezas



Francisco celebra la Misa matutina en la capilla
de la Casa de Santa Marta - OSS_ROM

23/05/2016 14:01SHARE:

(RV). No puede haber un cristiano sin alegría. Lo afirmó el Papa en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice subrayó que, también en los sufrimientos de la vida, el cristiano sabe encomendarse a Jesús y vivir con esperanza. Además, Francisco  hizo un llamamiento a no dejarse dominar por la riqueza, que al final, sólo produce tristeza.

El documento de identidad del cristiano es la alegría del Evangelio
Nosotros – observó el Obispo de Roma – “podemos ir” hacia “aquella esperanza”, que “los primeros cristianos representaban como un ancla en el cielo”. Nosotros –  añadió – “tomamos la cuerda y vamos allá”, hacia “aquella esperanza” que nos da alegría:

“Un cristiano es un hombre y una mujer de alegría, un hombre y una mujer con alegría en el corazón. ¡No existe un cristiano sin alegría! ‘Pero, Padre, ¡yo he visto tantos así!’ – ‘¡No son cristianos! Dicen que lo son, ¡pero no lo son! Les falta algo’. El documento de identidad del cristiano es la alegría, la alegría del Evangelio, la alegría de haber sido elegidos por Jesús, salvados por Jesús, regenerados por Jesús; la alegría de aquella esperanza que Jesús nos espera, la alegría que – también en las cruces y en los sufrimientos de esta vida – se expresa de otro modo, que es la paz en la seguridad de que Jesús nos acompaña, está con nosotros”.

“El cristiano – añadió el Pontífice – hace crecer esta alegría con la confianza en Dios. Dios se acuerda siempre de su alianza”. Y, a su vez – prosiguió – “el cristiano sabe que Dios lo recuerda, que Dios lo ama, que Dios lo acompaña, que Dios lo espera. Y ésta es la alegría”.

Es un mal servir a la riqueza, que al final nos hace tristes
De este modo Francisco se refirió al pasaje del Evangelio del día que narra el encuentro entre Jesús y el joven rico. Un hombre –  dijo –  que “no ha sido capaz de abrir su corazón a la alegría y que ha elegido la tristeza”, “porque poseía muchos bienes”:

“¡Estaba aferrado a los bienes! Jesús nos había dicho que no se puede servir a dos patrones: o sirves al Señor, o sirves a las riquezas. Las riquezas no son malas en sí mismas: pero servir a la riqueza es esa la maldad. El pobrecito se fue triste… ‘Ensombreció su rostro y se fue entristecido’. Cuando en nuestras parroquias, en nuestras comunidades, en nuestras instituciones encontramos gente que se dice cristiana y quiere ser cristiana pero es triste, algo sucede allí que no va. Y debemos ayudarlos a encontrar a Jesús, a quitarles aquella tristeza, para que puedan gozar del Evangelio, para que puedan tener esta alegría que es propia del Evangelio”.

El Santo Padre se detuvo sobre la alegría y el estupor. “El estupor bueno – dijo Francisco – ante la revelación, ante el amor de Dios, ante las emociones del Espíritu Santo”. El cristiano “es un hombre, una mujer de estupor”. Una palabra que, como destacó el Pontífice, vuelve hoy al final, “cuando Jesús explica a los Apóstoles que aquel muchacho tan bueno no logró seguirlo, porque estaba aferrado a las riquezas”. ¿Quién puede ser salvado, se preguntan entonces los Apóstoles? A ellos el Señor responde: “¡Imposible para los hombres”, “pero no para Dios!”.
No buscar la felicidad en cosas que, al final entristecen

La alegría cristiana, por tanto, “el estupor de la alegría, el ser salvados del hecho de vivir aferrados a otras cosas, a la mundanidad – a los tantos tipos de mundanidad que nos separan de Jesús – sólo se puede lograr con la fuerza di Dios, con la fuerza del Espíritu Santo”, dijo el Papa:

“Pidamos hoy al Señor que nos dé el estupor ante Él, ante tantas riquezas espirituales que nos ha dado; y que con este estupor nos dé la alegría, la alegría de nuestra vida y de vivir con paz en el corazón las tantas dificultades; y que nos proteja de buscar la felicidad en tantas cosas que al final nos entristecen: prometen tanto, ¡pero no nos darán nada! Acuérdense bien: un cristiano es un hombre y una mujer de alegría, de alegría en el Señor; un hombre y una mujer de estupor”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

viernes, 20 de mayo de 2016

Homilía del Papa: "enriquecerse explotando a los trabajadores es pecado mortal"2016-05-19

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Homilía del Papa:

 "enriquecerse explotando a los trabajadores 
es pecado mortal"

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2016-05-19 Radio Vaticana

(RV.-) Los que se enriquecen explotando a la gente con el  trabajo son como sanguijuelas: es pecado mortal, advirtió el Papa Francisco, en la Misa matutina en la Casa de Santa Marta.

Ricos chupasangre de los pobres
La primera lectura del día, de la Carta de Santiago, es una firme advertencia para los ricos que acumulan dinero explotando a la gente. Tras señalar que «las riquezas en sí mismas son buenas», pero que son «relativas, no una cosa absoluta», el Papa explicó que se equivocan los que siguen la denominada «teología de la prosperidad», según la cual «Dios te hace ver que andas en justicia, si te da tantas riquezas». El problema no es el de atacar las riquezas, porque no se puede servir a Dios y a las riquezas, añadió también el Obispo de Roma, explicando que se pueden volver «cadenas», que quitan la libertad de seguir a Jesús. Como dice Santiago: «sepan que el salario que han retenido a los que trabajaron en sus campos está clamando, y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor del universo» (Carta de Santiago 5, 4)

«Cuando las riquezas se logran con la explotación de la gente, esos ricos que explotan: explotan el trabajo de la gente y la pobre gente se vuelve esclava. Pensemos en lo que ocurre hoy, aquí y en todo el mundo, ocurre lo mismo. ‘Quiero trabajar’ – ‘Bien, te hacen un contrato. De septiembre a junio’. Sin posibilidad de pensión, sin seguro sanitario… En junio, lo suspenden y en julio y agosto tiene que comer aire. Y, en septiembre, te lo vuelven a dar. Los que hacen esto son verdaderas sanguijuelas y viven de la sangría de la gente, que esclavizan con el trabajo».

La explotación laboral es pecado mortal
El Papa Francisco recordó lo que le dijo una joven, que había encontrado un trabajo de 11 horas al día, por 659 euros en negro. Y le dijeron: ‘si te gusta bien, si no vete. Hay otros detrás de ti, hay cola’. Y haciendo hincapié en el clamor de la gente esclavizada, en el grito de justicia que llega al Señor, subrayó la actualidad de la esclavitud laboral, «hoy es una verdadera esclavitud». No es algo del pasado, en lugares lejanos – ya no se va a África para vender esclavos en América. No. Ocurre en nuestras ciudades: hay traficantes que tratan a la gente con el trabajo sin justicia:

«Ayer, en la audiencia, meditamos sobre el rico Epulón y Lázaro. Este rico estaba en su mundo, no se daba cuenta de que detrás de la puerta de su casa había alguien que tenía hambre. Pero esto es peor. Ese rico, por lo menos, no se daba cuenta y dejaba que el otro se muriera de hambre. Esto es peor: ¡esto es hambrear a la gente con su trabajo por mi provecho! Vivir de la sangre de la gente. Y esto es pecado mortal. Es pecado mortal. Se necesita tanta penitencia, tanta restitución para convertirse de este pecado».

Jesús nos dice aún hoy que no hay que acumular riquezas esclavizando a los trabajadores

El Santo Padre invitó a meditar sobre la explotación que esclaviza a los trabajadores, drama tristemente actual:

«Pensemos en este drama de hoy: la explotación de la gente, la sangre de esta gente que se vuelve esclava, los traficantes de personas y no sólo los que trafican con las prostitutas y los niños en el trabajo de menores, sino en ese tráfico, digamos más ‘civilizado’: ‘Yo te pago hasta aquí, sin vacaciones, sin seguro sanitario, sin… todo en negro… ¡Pero me vuelvo rico!’ Que el Señor nos haga comprender hoy aquella sencillez que Jesús nos dice en el Evangelio de hoy: es más importante un vaso de agua en nombre de Cristo, que todas las riquezas acumuladas con la explotación de la gente».
(CdM - RV)
(from Vatican Radio)


miércoles, 18 de mayo de 2016

Homilía del Papa Francisco, en Santa Marta 17/05/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Francisco \ Misa en Santa Marta
Homilía del Papa: servicio humilde, 
no poder y dinero,
 pide Jesús a la Iglesia aún hoy


Homilía del Papa Francisco, 
en la Casa de Santa Marta - OSS_ROM

17/05/2016 12:17SHARE:
Servicio y humildad: camino de los cristianos, 
como nos enseña y quiere Jesús


(RV).- El camino que indica Jesús es el del servicio, aunque a menudo en la Iglesia se busca poder, dinero y vanidad. Fue el vibrante llamado del Papa Francisco, en la Misa matutina en la Casa de Santa Marta. Recordó que los cristianos deben vencer las ‘tentaciones mundanas’, que dividen a la Iglesia y puso en guardia contra los trepadores, tentados de destruir a alguien, con tal de trepar.

Jesús enseña a sus discípulos el camino del servicio, pero ellos se preguntan quién será el más grande entre ellos. El Papa reflexionó con el Evangelio del día sobre las tentaciones mundanas que aún hoy arruinan el testimonio de la Iglesia. Y reiteró que Jesús habla un lenguaje de humillación, de muerte,  de redención. Mientras ellos hablan un lenguaje de trepadores: ¿quién subirá más en el poder?

Los cristianos deben vencer la tentación de trepar, de tener más poder
Es una tentación que tenían ellos, estaban tentados por la forma de pensar mundana. Se preguntan quién será el más grande, mientras Jesús les dice que hay que ser ‘el último’, ‘el servidor de todos’
:
«En el camino que Jesús nos indica para ir adelante, el servicio es la regla. El más grande es el que sirve, el que es más, está al servicio de los otros, no el que se vanagloria, que busca poder,  dinero… vanidad, orgullo. No, estos no son los grandes. Es lo que pasó aquí con los apóstoles, también con la mamá de Juan y Santiago. Es una historia que sucede cada día en la Iglesia, en cada comunidad. ‘¿quién es el más grande de nosotros? ¿quién manda?’ Las ambiciones. En cada comunidad – parroquias o instituciones – siempre estas ganas de trepar, de tener poder».

También en la primera lectura, con la Carta de Santiago, se pone en guardia contra las pasiones por el poder, la envidia, los celos que destruyen al otro.
Nunca chismes que embarran al otro con tal de mandar
Éste es el mensaje para la Iglesia también hoy. El mundo habla de los que tienen más poder para mandar. Jesús afirma que ha venido al mundo «para servir. No para ser servido»:

«La vanidad, el poder… Como cuando tengo esas ganas mundanas de estar con el poder. No de servir, sino de ser servido. No se ahorra nada, con tal de llegar: chismes, embarrar a los otros…La envidia y los celos hacen este camino y destruyen. Es algo que todos conocemos, todos. Sucede hoy en toda institución de la Iglesia: parroquias, colegios, otras instituciones, también en los obispados… todos. Es lo que quiere el espíritu del mundo, que es espíritu de riqueza, vanidad y orgullo».

«Dos formas de hablar», constató el Papa Francisco: Jesús enseña el servicio y los discípulos discuten sobre quién será el más grande entre ellos. Mientras Jesús enseña que el camino en la vida cristiana es el servicio y la humildad
El espíritu mundano es enemigo de Dios, divide a la Iglesia

Cuando los grandes santos decían que se sentían tan pecadores es porque habían comprendido este espíritu del mundo, que estaba dentro de ellos y tenían tantas tentaciones mundanas, señaló también el Papa, recordando que nadie puede asegurar que un santo:

«Todos estamos tentados por estas cosas, estamos tentados de destruir al otro para trepar. Es una tentación mundana, que divide y destruye a la Iglesia. No es el Espíritu de Jesús. Qué lindo, imaginemos la escena: Jesús dice estas palabras y los discípulos dicen ‘no, mejor no preguntar mucho, vamos adelante’. Y los discípulos prefieren discutir entre ellos sobre quién será el más grande. Nos hará bien pensar en las tantas veces que hemos visto esto en la Iglesia y en las tantas veces que hicimos esto. Y pedir al Señor que nos ilumine, para comprender que el amor al mundo, es decir este espíritu mundano, es enemigo de Dios».
(CdM – RV)

martes, 17 de mayo de 2016

El Papa Francisco saluda a los fieles presentes 15/05/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


El Espíritu Santo injerta la enseñanza de Jesús en nuestro corazón, haciendo que se transforme en parte de nosotros, el Papa en el Regina Coeli



 El Papa Francisco saluda a los fieles presentes 
en la Plaza de San Pedro a la hora del Regina Coeli. - AP

15/05/2016 10:48SHARE:

(RV).- “Que el Espíritu Santo de fuerza a todos los misioneros ad gentes y sostenga la misión de la Iglesia en el mundo entero”. Fueron las palabras del Papa al saludar a los numerosos fieles llegados a la plaza de San Pedro para rezar junto a él, en el día de Pentecostés, a la Madre de Dios, recordándoles que hoy ha sido publicado su mensaje para la próxima Jornada Misionera Mundial, que se celebra cada año en el mes de Octubre.

Antes de saludar a los numerosos fieles presentes en la plaza de San Pedro, Francisco reflexionó sobre “la gran fiesta de Pentecostés” que hoy celebramos. “La liturgia – dijo – nos invita a abrir nuestra mente y nuestro corazón al don del Espíritu Santo, que Jesús prometió varias veces a sus discípulos, el primero y principal don que Él nos ha dado con su Resurrección”.

“Gracias al Espíritu Santo – aseguró el Obispo de Roma – Amor que une el Padre y el Hijo y de ellos deriva, todos podemos vivir la misma vida de Jesús” porque es Él que “de hecho, nos enseña cada cosa, es decir, la única cosa indispensable: amar como ama Dios”.

El Pontífice explicó que Jesús “en el prometer al Espíritu Santo, lo define “otro Paráclito” que significa “Consolador, Abogado, Intercesor”. Es “Aquél que nos asiste en la vida” y ejerce una “función de enseñanza y de memoria”.

Es precisamente el Espíritu Santo – subrayó el Papa – el que nos enseña todo, mantiene viva la enseñanza de Jesús, e “injerta su enseñanza  dentro de nuestro corazón, nos ayuda a interiorizarla, haciendo que se transforme en parte de nosotros, carne de nuestra carne”.
(MCM-RV)


Texto completo de la reflexión del Papa antes del Regina Coeli


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la gran fiesta de Pentecostés, que lleva al término del Tiempo Pascual, cincuenta días después de la Resurrección de Cristo. La liturgia nos invita a abrir nuestra mente y nuestro corazón al don del Espíritu Santo, que Jesús prometió varias veces a sus discípulos, el primero y principal don que Él nos ha dado con su Resurrección. Este don, Jesús mismo los ha implorado al Padre, como testifica el Evangelio de hoy, que está ambientado en la Última Cena. Jesús dice a sus discípulos: “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes” (Jn 14,15-16).

Estas palabras nos recuerdan sobre todo que el amor por una persona y también por el Señor, se demuestra no con las palabras, sino con los hechos; y también “cumplir los mandamientos” debe ser entendido en sentido existencial, de manera que toda la vida sea involucrada. En efecto, ser cristianos no significa principalmente pertenecer a una cierta cultura o adherir a una cierta doctrina, sino sobre todo, vincular la propia vida, en cada uno de sus aspectos, a la persona de Jesús y a través de Él, al Padre. Por este objetivo Jesús promete la efusión del Espíritu Santo a sus discípulos. Precisamente, gracias al Espíritu Santo, Amor que une el Padre y el Hijo y de ellos deriva, todos podemos vivir la misma vida de Jesús. El Espíritu, de hecho, nos enseña cada cosa, es decir, la única cosa indispensable: amar como ama Dios.

En el prometer al Espíritu Santo, Jesús lo define “otro Paráclito” (v. 16), que significa Consolador, Abogado, Intercesor, es decir, Aquél que nos asiste, nos defiende, está a nuestro lado en el camino de la vida y en la lucha por el bien y contra el mal. Jesús dice “otro Paráclito” porque el primero es Él, Él mismo, que se hizo carne justamente para asumir sobre sí mismo nuestra condición humana y liberarla de la esclavitud del pecado.

Además, el Espíritu Santo ejerce una función de enseñanza y de memoria. Enseñanza y memoria. Nos lo dijo Jesús: “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho” (v. 26). El Espíritu Santo no trae una enseñanza diversa, sino que hace viva y hace operante la enseñanza de Jesús, para que el tiempo que pasa no la cancele y no la desvanezca. El Espíritu Santo injerta esta enseñanza dentro de nuestro corazón, nos ayuda a interiorizarla, haciendo que se transforme en parte de nosotros, carne de nuestra carne. Al mismo tiempo, prepara nuestro corazón para que sea capaz realmente de recibir las palabras y los ejemplos del Señor. Todas las veces que la palabra de Jesús es recibida con alegría en nuestro corazón, esto es obra del Espíritu Santo.
Recemos ahora juntos el Regina Coeli –por última vez este año- invocando la materna intercesión de la Virgen María. Ella nos de la gracia de ser fuertemente animados por el Espíritu Santo, para testimoniar a Cristo con franqueza evangélica y abrirnos siempre más a la plenitud de su amor.

Saludos del Papa después de la oración a la Madre de Dios
Queridos hermanos y hermanas,

Hoy, en el contexto muy apropiado de Pentecostés, es publicado mi Mensaje para la próxima Jornada Misionera Mundial, que se celebra en mes de Octubre. Que el Espíritu Santo de fuerza a todos los misioneros ad gentes y sostenga la misión de la Iglesia en el mundo entero. Y que el Espíritu Santo nos de jóvenes – chicos y chicas – fuertes, que tienen ganas de ir a anunciar el Evangelio. Pidamos esto, hoy, al Espíritu Santo.

Saludo a todos ustedes, familias, grupos parroquiales, asociaciones, peregrinos procedentes de Italia y de tantas partes de mundo, en particular de Madrid, de Praga y de Tailandia; como también a los miembros de la Comunidad católica coreana de Londres.

Saludo a los fieles de di Casalbuttano, Cortona, Terni, Ragusa; a los chicos de Romagnano di Massa; y la “Sacra Corale Jonica” de la Provincia de Taranto.

Saludo de manera particular a todos aquellos que participan en la jornada de hoy en la “Fiesta de los Pueblos”, en el 25°aniversario, en la Plaza San Juan de Letrán. Que esta fiesta, signo de unidad y de la diversidad de culturas, nos ayude a entender que el camino hacia la paz es éste: hacer la unidad, respetando la diversidad.

Dirijo un pensamiento especial a los Alpinos, reunidos en Asti para la Asamblea Nacional. Los exhorto a ser testigos de misericordia y de esperanza imitando el ejemplo del Beato Beato Don Carlo Gnocchi, del Beato Hermano Luigi Bordino y del Venerable Teresio Olivelli, que honraron el Cuerpo de los Alpinos con la santidad de su vida.

¡Y a todos les deseo a todos buena fiesta de Pentecostés! Por favor no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

(Traducción del italiano: María Cecilia Mutual)

lunes, 16 de mayo de 2016

Homilía del Papa Solemnidad de Pentecostés:15/05/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Papa: Espíritu Santo cascada de gracia para toda la humanidad


El Papa celebra la Solemnidad de Pentecostés: Espíritu Santo cascada de gracia para toda la humanidad - OSS_ROM

15/05/2016 10:27SHARE:

También hoy Jesús nos sigue diciendo:
 «No los dejaré huérfanos»

RV).- El Papa Francisco reiteró que la misión de Jesús, culminada con el don del Espíritu Santo, tenía la finalidad esencial de «restablecer nuestra relación con el Padre, destruida por el pecado; apartarnos de la condición de huérfanos y restituirnos a la de hijos». En su homilía, en la Santa Misa de la Solemnidad de Pentecostés, en la Basílica de San Pedro, el Papa señaló que también en nuestro tiempo hay signos de nuestra condición de huérfanos. Como cierta soledad interior, una supuesta independencia de Dios, un analfabetismo espiritual, una dificultad de reconocer al otro como hermano.

A todo esto, recordó el Obispo de Roma, se opone la condición de hijos, que es nuestro «ADN» más profundo que, sin embargo, fue destruido y se necesitó el sacrificio del Hijo Unigénito para que fuese restablecido. «Del inmenso don de amor, como la muerte de Jesús en la cruz, ha brotado para toda la humanidad la efusión del Espíritu Santo, como una inmensa cascada de gracia. Quien se sumerge con fe en este misterio de regeneración renace a la plenitud de la vida filial»

Confiemos a María a los cristianos que tienen más necesidad de la fuerza del Espíritu Defensor, libertad y paz

Las palabras de Jesús: «No los dejaré huérfanos» (Jn 14,18), en la Solemnidad de Pentecostés nos hacen pensar también en la presencia maternal de María en el Cenáculo, recordó el Papa Francisco, confiando a la intercesión de la Madre de Jesús y Madre de la Iglesia «de manera particular a todos los cristianos, a las familias y las comunidades, que en este momento tienen más necesidad de la fuerza del Espíritu Paráclito, Defensor y Consolador, Espíritu de verdad, de libertad y de paz».
(CdM – RV)


Voz y texto de completo de la homilía del Papa:


«No los dejaré huérfanos» (Jn 14,18)

La misión de Jesús, culminada con el don del Espíritu Santo, tenía esta finalidad esencial: restablecer nuestra relación con el Padre, destruida por el pecado; apartarnos de la condición de huérfanos y restituirnos a la de hijos.

El apóstol Pablo, escribiendo a los cristianos de Roma, dice: «Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Han recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba, Padre!» (Rm 8,14-15). He aquí la relación reestablecida: la paternidad de Dios se reaviva en nosotros a través de la obra redentora de Cristo y del don del Espíritu Santo.

El Espíritu es dado por el Padre y nos conduce al Padre. Toda la obra de la salvación es una obra que regenera, en la cual la paternidad de Dios, mediante el don del Hijo y del Espíritu, nos libra de la orfandad en la que hemos caído. También en nuestro tiempo se constatan diferentes signos de nuestra condición de huérfanos: Esa soledad interior que percibimos incluso en medio de la muchedumbre, y que a veces puede llegar a ser tristeza existencial; esa supuesta independencia de Dios, que se ve acompañada por una cierta nostalgia de su cercanía; ese difuso analfabetismo espiritual por el que nos sentimos incapaces de rezar; esa dificultad para experimentar verdadera y realmente la vida eterna, como plenitud de comunión que germina aquí y que florece después de la muerte; esa dificultad para reconocer al otro como hermano, en cuanto hijo del mismo Padre; y así otros signos semejantes.

A todo esto se opone la condición de hijos, que es nuestra vocación originaria, aquello para lo que estamos hechos, nuestro «ADN» más profundo que, sin embargo, fue destruido y se necesitó el sacrificio del Hijo Unigénito para que fuese restablecido. Del inmenso don de amor, como la muerte de Jesús en la cruz, ha brotado para toda la humanidad la efusión del Espíritu Santo, como una inmensa cascada de gracia. Quien se sumerge con fe en este misterio de regeneración renace a la plenitud de la vida filial.

«No los dejaré huérfanos». Hoy, fiesta de Pentecostés, estas palabras de Jesús nos hacen pensar también en la presencia maternal de María en el cenáculo. La Madre de Jesús está en medio de la comunidad de los discípulos, reunida en oración: es memoria viva del Hijo e invocación viva del Espíritu Santo. Es la Madre de la Iglesia. A su intercesión confiamos de manera particular a todos los cristianos, a las familias y las comunidades, que en este momento tienen más necesidad de la fuerza del Espíritu Paráclito, Defensor y Consolador, Espíritu de verdad, de libertad y de paz.

Como afirma también san Pablo, el Espíritu hace que nosotros pertenezcamos a Cristo: «El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo» (Rm 8,9). Y para consolidar nuestra relación de pertenencia al Señor Jesús, el Espíritu nos hace entrar en una nueva dinámica de fraternidad. Por medio del Hermano universal, Jesús, podemos relacionarnos con los demás de un modo nuevo, no como huérfanos, sino como hijos del mismo Padre bueno y misericordioso. Y esto hace que todo cambie. Podemos mirarnos como hermanos, y nuestras diferencias harán que se multiplique la alegría y la admiración de pertenecer a esta única paternidad y fraternidad.