sábado, 27 de febrero de 2016

Temas sacerdotales 10 años de la encíclica Deus caritas est»

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Papa Francisco: encíclica de Benedicto XVI 
«Dios es amor», corazón y misión de la Iglesia


Benedicto XVI y el Papa Francisco - 

26/02/2016 12:40SHARE:


(RV).- El Obispo de Roma destacó la importancia,  siempre actual para el camino de la Iglesia, de la primera encíclica de su amado Predecesor Benedicto XVI, al recibir a los participantes en el Congreso Internacional sobre el tema: «La caridad no pasará jamás (1 Co 13,8). Perspectivas a los 10 años de la encíclica Deus caritas est», organizado por el Consejo pontificio Cor Unum.

Haciendo hincapié en que es un «tema que permite recorrer toda la historia de la Iglesia que, entre otras cosas, es una historia de caridad», el Papa Francisco reiteró que «es la historia del amor que hemos recibido de Dios y debemos llevar al mundo».

Los cristianos estamos «llamados a ser testigos de este amor en el mundo», dijo una vez más el Papa, tras señalar que  «caridad y misericordia están tan estrechamente vinculadas porque son el modo de ser y de actuar de Dios: su identidad y su nombre».

El Papa Francisco recordó la misión de la Iglesia y su anhelo:
«Cuánto desearía que en la Iglesia cada fiel, cada institución, cada actividad revelara que Dios ama al hombre. La misión que desempeñan nuestros organismos de caridad es importante, porque acercan a muchas personas pobres a una vida más digna, más humana, y esto es algo muy necesario; es una misión importantísima porque, no con palabras, sino con el amor concreto puede hacer sentir a todo hombre que el Padre le ama, que es hijo suyo, destinado a la vida eterna con Dios»

Tras dar las gracias a todos aquellos que «trabajan diariamente en esta misión, que interpela a todo cristiano», el Papa recordó el Jubileo extraordinario que ha convocado y su exhortación a poner en práctica las obras de misericordia:

«En este Año jubilar he querido resaltar que todos podemos vivir la gracia del Jubileo, precisamente poniendo en práctica las obras de misericordia corporales y espirituales: vivir las obras de misericordia significa conjugar el verbo amar como lo hizo Jesús. Y así, todos juntos, contribuimos concretamente a la gran misión de la Iglesia de comunicar el amor de Dios, que desea extenderse.

Queridos hermanos y hermanas, la encíclica Deus caritas est conserva intacta la frescura de su mensaje, con el que indica la perspectiva siempre actual para el camino de la Iglesia. Y todos seremos cristianos más auténticos cuanto más vivamos con este espíritu.

Les agradezco de nuevo su trabajo y todo lo que puedan realizar en esta misión de caridad. Que les asista siempre la Virgen Madre y les acompañe mi bendición. Y por favor, hagan un acto de caridad y no se olviden de rezar por mí. Gracias».
(CdM – RV)

viernes, 26 de febrero de 2016

Homilía del Papa 2016-02-25 Jesús, que llama a la puerta de nuestro corazón:

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


El Papa en Santa Marta: es una gracia ver al pobre
 que llama a nuestro corazón

2016-02-25 Radio Vaticana

(RV).- La fe verdadera es darse cuenta de los pobres
 que nos están cerca. Allí está Jesús, 
que llama a la puerta de nuestro corazón:
 lo dijo el Papa en la misa matutina en la Casa de Santa Marta.

Cristianos en una burbuja de vanidad

En el Evangelio del día Jesús relata la parábola del hombre rico “que vestía de púrpura y lino finísimo y cada día celebraba espléndidos banquetes” y no se daba cuenta que, en su puerta, estaba un pobre llamado Lázaro, cubierto de llagas. El Papa invita a preguntarse: “Si yo soy un cristiano en el camino de la mentira, solamente del ‘decir’, o soy un cristiano en el camino de la vida, es decir, de las obras, del hacer”. Este hombre rico, en efecto – nota el Papa – “conocía los mandamientos, seguramente todos los sábados iba a la sinagoga y una vez al año al templo”. “Tenía una cierta religiosidad”.

“Pero era un hombre cerrado, encerrado en su pequeño mundo – el mundo de los banquetes, de los vestidos, de la vanidad, de los amigos – un hombre encerrado, precisamente en una burbuja, allí, de vanidad. No tenía capacidad de mirar más allá, solamente a su propio mundo. Y este hombre no se daba cuenta de lo que sucedía fuera de su mundo cerrado. No pensaba, por ejemplo, a las necesidades de tanta gente o a la necesidad de compañía de los enfermos, solamente pensaba en él, en sus riquezas, en su buena vida”.

El pobre es el Señor que llama a la puerta de nuestro corazón
Era un “religioso aparente”, “no conocía alguna periferia, estaba completamente encerrado en sí mismo. Precisamente la periferia, que estaba cerca de la puerta de su casa, no la conocía”. Recorría “el camino de la mentira”, porque “se confiaba solamente de sí mismo, de sus cosas, no se confiaba de Dios”. “Uno hombre que no ha dejado herencia, no ha dejado vida, porque solamente estaba encerrado en sí mismo”. Y es curioso – subraya el Papa Francisco – que “había perdido el nombre. El Evangelio no dice cómo se llamaba, solamente dice que era un hombre rico, y cuando tu nombre es solamente un adjetivo es porque has perdido, has perdido sustancia, has perdido fuerza”:

“Éste es rico, éste es potente, éste puede hacer de todo, éste es un sacerdote en carrera, un obispo en carrera…” Cuántas veces a nosotros nos sale nombrar a la gente con adjetivos, no con nombres, porque no tienen sustancia. Pero yo me pregunto: ¿Dios que es Padre, no tuvo misericordia de este hombre? ¿No ha llamado a su corazón para moverlo? Pero sí, estaba en la puerta, estaba en la puerta en la persona de aquel Lázaro, que sí tenía nombre. Y aquel Lázaro con sus necesidades y sus miserias, sus enfermedades, era precisamente el Señor que llamaba a la puerta para que este hombre abriera su corazón y la misericordia pudiera entrar. Pero no, él no veía, solamente estaba cerrado: para él, más allá de la puerta, no había nada”.

La gracia de ver a los pobres
Estamos en Cuaresma – recuerda Francisco – y nos hará bien preguntarnos cuál camino estamos recorriendo:

“¿Yo estoy en el camino de la vida o en el camino de la mentira? ¿Cuántos cerrazones tengo en mi corazón todavía? ¿Dónde está mi alegría: en el hacer o en el decir? ¿En el salir de mí mismo para ir al encuentro de los demás, para ayudar? ¡Las obras de misericordia, eh! ¿O mi alegría es tener todo arreglado, encerrado en mí mismo?

Pidamos al Señor, mientras pensamos esto, sobre nuestra vida, la gracia de ver siempre a los ‘Lázaros’ que están en nuestra puerta, los ‘Lazaros’ que llaman al corazón, y salir de nosotros mismos con generosidad, con actitud de misericordia, para que la misericordia de Dios pueda entrar en nuestro corazón.

(María Cecilia Mutual – RV)
(from Vatican Radio)

martes, 23 de febrero de 2016

Homilía del Papa en Santa Marta: 2016-02-23

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Homilía del Papa en Santa Marta:
 La vida cristiana es concreta

2016-02-23 Radio Vaticana
(RV).- La religión cristiana es concreta, y obra haciendo el bien, no es una “religión del decir”, hecha de hipocresía y vanidad. Lo repitió el Papa Francisco al comentar la liturgia del día en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

La vida cristiana es concreta, “Dios es concreto”, pero tantos son los cristianos que simulan serlo, los que hacen de la pertenencia a la Iglesia un adorno sin comprimo, una ocasión de prestigio en lugar de una experiencia de servicio hacia los más pobres.

El camino del hacer
El Papa relacionó el texto litúrgico del día, del Profeta Isaías, con el pasaje del Evangelio de Mateo para explicar, una vez más, la “dialéctica evangélica” existente entre “el decir y el hacer”. Francisco destacó las palabras de Jesús, quien desenmascara la hipocresía de los escribas y de los fariseos invitando a los discípulos y a la multitud a observar lo que enseñan pero a no comportarse como ellos:

“El Señor nos enseña el camino del hacer. Y cuántas veces encontramos gente – ¡también nosotros, eh! – tantas veces en la Iglesia: ‘¡Oh soy muy católico!’. ‘¿Pero qué cosa haces?’. Cuántos padres se dicen católicos, pero jamás tienen tiempo para hablar con sus propios hijos, para jugar con sus propios hijos, para escuchar a sus propios hijos. Quizás tengan a sus padres en una casa para ancianos, pero siempre están ocupados y no pueden ir a verlos y los dejan abandonados. ‘¡Pero soy muy católico, eh! Yo pertenezco a aquella asociación’. Esta es la religión del decir: yo digo que soy así, pero estoy en la mundanidad”.

Lo que Dios quiere
Eso de “decir y no hacer” – afirmó el Papa Bergoglio –  “es un engaño”. Las palabras de Isaías, subrayó, indican qué es lo que Dios prefiere: “Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien”. “Socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan la causa de la viuda”. Y demuestran también otra cosa, la infinita misericordia de Dios, que dice a la humanidad: “Vamos, vengan y discutamos. Incluso si sus pecados fueran como la púrpura, se volverán blancos como la nieve”:

“La misericordia del Señor sale al encuentro de aquellos que tienen el coraje de discutir con Él, pero discutir sobre la verdad, sobre las cosas que yo hago o aquellas que no hago, para corregirme. Y éste es el gran amor del Señor, en esta dialéctica entre el decir y el hacer. Ser cristiano significa hacer: hacer la voluntad de Dios. Y el último día  – porque todos nosotros tendremos uno, eh! – aquel día, ¿qué nos preguntará el Señor? Nos dirá: “¿Qué cosa han dicho sobre mí?”. ¡No! Nos preguntará acerca de las cosas que hemos hecho”.

Los cristianos por simulación
Y aquí el Santo Padre citó el amado capítulo del Evangelio de Mateo sobre el juicio final, cuando Dios pedirá cuentas al hombre de lo que habrá hecho a hambrientos, sedientes, encarcelados, extranjeros. “Ésta  – exclamó Francisco – es la vida cristiana. En cambio, el sólo decir nos lleva a la vanidad, a aquel hacer de cuenta que somos cristianos. Pero no, no se es cristianos así”:

“Que el Señor nos dé esta sabiduría de entender bien dónde está la diferencia entre el decir y el hacer, nos enseñe el camino del hacer y nos ayude a ir por aquel camino, porque el camino del decir nos lleva al lugar donde estaban estos doctores de la ley, estos clérigos, a los cuales les gustaba vestirse y actuar precisamente como si fueran una majestad, ¿no? ¡Y esto no es la realidad del Evangelio! Que el Señor nos enseñe este camino”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

lunes, 22 de febrero de 2016

Homilía del Papa: fidelidad y misericordia 22/02/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Homilía del Papa: fidelidad y misericordia
son un binomio inseparable

 
El Papa Francisco celebra la Misa jubilar
para la Curia Roma, el Gobernatorato
y las demás Instituciones de la Santa Sede - AP

22/02/2016 13:05SHARE:

(RV).- En la fiesta litúrgica de la Cátedra de San Pedro Apóstol, el Papa Francisco presidió, la mañana del lunes 22 de febrero, la concelebración de la Santa Misa en la Basílica de San Pedro para celebrar el Jubileo de la Misericordia como comunidad de servicio de la Curia Romana, del Gobernatorato y de las Instituciones relacionadas con la Santa Sede.

En su homilía el Papa Bergoglio destacó que tras atravesar la Puerta Santa y llegar hasta la tumba del Apóstol Pedro, para realizar la profesión de fe, la Palabra de Dios ilumina de modo especial todos los gestos, en el momento en a cada uno el Señor Jesús repite la pregunta que se lee en el Evangelio de Mateo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”.

“Una pregunta clara, ante la cual no es posible escapar o permanecer neutrales, ni postergar la respuesta o delegarla a otro. Pero en ella no hay nada de inquisitorio, es más, ¡Está llena de amor! El amor de nuestro único Maestro, que hoy nos llama a renovare la fe en Él, reconociéndolo como Hijo de Dios y Señor de nuestra vida. Y el primero llamado a renovar su profesión de fe es el Sucesor de Pedro, que lleva consigo la responsabilidad de confirmar a los hermanos” (Cfr. Lc 22, 32).

El Pontífice invitó a la asamblea a dejar que la gracia plasme nuevamente los corazones para creer, y abra las bocas para realizar la profesión de fe, y obtener así la salvación (Cfr. Rm 10,10), haciendo nuestras – dijo – las palabras de Pedro en su respuesta a aquella pregunta del Maestro: “Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16).

“Que nuestro pensamiento y nuestra mirada estén fijos en Jesucristo, inicio y fin de toda acción de la Iglesia. Él es el fundamento y nadie puede poner uno diverso (1 Co 3, 11). Él es la roca sobre la que debemos construir. Lo recuerda con palabras expresivas San Agustín cuando escribe que la Iglesia, aun agitada y sacudida por las vicisitudes de la historia, ‘no se derrumba, porque está fundada en la piedra, de la que deriva el nombre de Pedro. No es la piedra la que toma su nombre de Pedro, sino que es Pedro quien lo toma de la piedra; así como el nombre de Cristo no deriva de cristiano, sino que el nombre cristiano deriva de Cristo. […] La piedra es Cristo, sobre cuyo fundamento también Pedro ha sido edificado’” (In Joh 124, 5: PL 35, 1972).

El Santo Padre afirmó asimismo en su homilía que de esta profesión de fe deriva para cada uno de nosotros el deber de corresponder a la llamada de Dios, a la vez que recordó que, ante todo a los pastores se les pide que tengan como modelo a Dios que cuida su rebaño, tal como lo describe el Profeta Ezequiel cuando afirma que Dios sale en busca de la oveja perdida, y cura a la herida o a la enferma. Un comportamiento – dijo el Papa – que es signo del amor que no conoce límites, porque su entrega es fiel, constante e incondicional, a fin de que su misericordia pueda alcanzar a los más débiles.

“Y sin embargo, no debemos olvidar que la profecía de Ezequiel parte de la constatación de las faltas de los pastores de Israel. Por tanto, nos hace bien también a nosotros, llamados a ser Pastores en la Iglesia, a dejar que el rostro de Dios, Buen Pastor, nos ilumine, nos purifique, nos transforme y nos devuelva plenamente renovados a nuestra misión. Que también en nuestros ue Que tQue ta ambientes de trabajo podamos sentir, cultivar y poner en práctica un fuerte sentido pastoral, ante todo hacia las personas que encontramos todos los días. Que nadie se sienta descuidado o maltratado, sino que cada uno pueda experimentar, ante todo aquí, el cuidado premuroso del Buen Pastor”.

Francisco reafirmó textualmente: “Estamos llamados a ser los colaboradores de Dios en una empresa tan fundamental y única como la de testimoniar con nuestra existencia la fuerza de la gracia que transforma y el poder del Espíritu que renueva”. Y añadió antes de concluir: “Dejemos que el Señor nos libere de toda tentación que aleja de lo esencial de nuestra misión y redescubramos la belleza de profesar la fe en el Señor Jesús”. Porque como dijo el Santo Padre “la fidelidad al ministerio bien se conjuga con la Misericordia de la que queremos hacer experiencia”.

“Por otra parte, en la Sagrada Escritura, fidelidad y misericordia son un binomio inseparable. Donde está una, allí se encuentra también la otra, y precisamente en su reciprocidad y complementariedad se puede ver la presencia misma del Buen Pastor. La fidelidad que se nos pide es la de actuar según el corazón de Cristo”.

Como hemos escuchado de las palabras del Apóstol Pedro – concluyó diciendo el Pontífice – debemos apacentar al rebaño con ánimo generoso a fin de llegar a ser modelo para todos. De modo que cuando aparezca el Pastor supremo, podamos recibir la corona de la gloria que no se marchita (1 P 5, 14).

(María Fernanda Bernasconi - RV).

sábado, 20 de febrero de 2016

Audiencia Papa Francisco en el Año Santo de la Misericordia, 20/02/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

Audiencia Jubilar del Papa: “Misericordia y compromiso de vida 
son testimonio de nuestra fe en Cristo”

 
Audiencia Jubilar del Papa Francisco 
en el Año Santo de la Misericordia. - AP

20/02/2016 11:00SHARE:

(RV).- “En Jesús, Dios se ha comprometido completamente para restituir esperanza a los pobres, a cuantos estaban privados de dignidad, a los extranjeros, a los enfermos, a los prisioneros, y a los pecadores que acogía con bondad. En todo esto, Jesús era expresión viviente de la misericordia del Padre”, lo dijo el Papa Francisco en su catequesis de la Audiencia Jubilar de la Misericordia.

En el marco del Año Santo, el Obispo de Roma recordó que “en este tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a conocer siempre más al Señor Jesús, y a vivir de manera coherente la fe con estilo de vida que exprese la misericordia del Padre. Es un compromiso que estamos llamados a asumir para ofrecer a cuantos encontramos el signo concreto de la cercanía de Dios”.

Reflexionando sobre el tema del compromiso, el Pontífice explicó que comprometerse “quiere decir que asumo una responsabilidad, una tarea con alguno; y significa también el estilo, la actitud de fidelidad y entrega, de particular atención con el cual llevo adelante esta tarea”. Por ello, cada día nos piden poner empeño en las cosas que hacemos: en la oración, en el trabajo, en el estudio, pero también en el deporte, el las actividades libres. Comprometerse, agregó el Papa, “quiere decir poner nuestra buena voluntad y nuestras fuerzas para mejorar la vida”.

Antes de concluir su catequesis, el Papa Francisco recordó que “Dios, también se ha comprometido con nosotros. Su primer compromiso ha sido aquel de crear el mundo, y no obstante nuestros atentados para destruirlo, Él se compromete por mantenerlo vivo. Pero su compromiso más grande ha sido aquel de donarnos a Jesús. En Jesús, Dios se ha comprometido completamente para restituir esperanza a los pobres, a cuantos estaban privados de dignidad, a los extranjeros, a los enfermos, a los prisioneros, y a los pecadores que acogía con bondad. En todo esto, Jesús era expresión viviente de la misericordia del Padre”.

Texto y audio completo de la catequesis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Jubileo de la Misericordia es una verdadera oportunidad para entrar en profundidad dentro del misterio de la bondad y el amor de Dios. En este tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a conocer siempre más al Señor Jesús, y a vivir de manera coherente la fe con un estilo de vida que exprese la misericordia del Padre. Es un compromiso que estamos llamados a asumir para ofrecer a cuantos encontramos el signo concreto de la cercanía de Dios. Es decir, mi vida, mi actitud, el modo de ir por la vida debe ser un signo concreto de que Dios está cerca de nosotros. Pequeños gestos de amor, de ternura, de cuidado, que hacen pensar que el Señor está con nosotros, está cerca de nosotros. Y así se abre la puerta de la misericordia.

Hoy quisiera detenerme brevemente a reflexionar con ustedes sobre el tema de esta palabra que he dicho: el tema del compromiso. ¿Qué cosa es un compromiso? Y ¿qué cosa significa comprometerse? Cuando me comprometo, quiere decir que asumo una responsabilidad, una tarea con alguno; y significa también el estilo, la actitud de fidelidad y entrega, de particular atención con el cual llevo adelante esta tarea. Cada día nos piden poner empeño en las cosas que hacemos: en la oración, en el trabajo, en el estudio, pero también en el deporte, en las actividades libres … Comprometerse, quiere decir poner nuestra buena voluntad y nuestras fuerzas para mejorar la vida.

Y también Dios se ha comprometido con nosotros. Su primer compromiso ha sido aquel de crear el mundo, y no obstante nuestros atentados para destruirlo – y son tantos –, Él se compromete por mantenerlo vivo. Pero su compromiso más grande ha sido aquel de donarnos a Jesús. ¡Este es el gran compromiso de Dios! Sí, Jesús es justamente el compromiso extremo que Dios ha asumido en favor nuestro. Lo recuerda también San Pablo cuando escribe que Dios «no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» (Rom 8,32). Y, en virtud de esto, junto a Jesús el Padre nos donará cada cosa de la cual tenemos necesidad.

Y ¿cómo se ha manifestado este compromiso de Dios por nosotros? Es muy fácil verificarlo en el Evangelio. En Jesús, Dios se ha comprometido completamente para restituir esperanza a los pobres, a cuantos estaban privados de dignidad, a los extranjeros, a los enfermos, a los prisioneros, y a los pecadores que acogía con bondad. En todo esto, Jesús era expresión viviente de la misericordia del Padre. Y quisiera referirme a esto: Jesús acogía con bondad a los pecadores. Si nosotros pensamos en modo humano, el pecador sería un enemigo de Jesús, un enemigo de Dios, pero Él se acerca a ellos con bondad, los amaba y cambiaba a ellos el corazón. Todos nosotros somos pecadores: ¡todos! Todos tenesmo delante de Dios alguna culpa. Pero debemos tener confianza: Él se acerca para darnos conforto, la misericordia, el perdón. Es este el compromiso de Dios y para esto ha enviado a Jesús: para acercarnos a nosotros, a todos nosotros y abrir la puerta de su amor, de su corazón, de su misericordia. Y esto es muy bello. ¡Muy bello!

A partir del amor misericordioso con el que Jesús ha expresado el compromiso de Dios, también nosotros podemos y debemos corresponder a su amor con nuestro compromiso. Y esto sobre todo en las situaciones de mayor necesidad, donde hay más sed de esperanza. Pienso – por ejemplo – en nuestro compromiso con las personas abandonadas, con aquellos que cargan pesadas minusvalías, con los enfermos graves, con los moribundos, con los que no son capaces de manifestar reconocimiento…  En todas estas realidades nosotros llevamos la misericordia de Dios a través de un compromiso de vida, que es testimonio de nuestra fe en Cristo. Debemos siempre llevar aquella caricia de Dios – porque Dios nos ha acariciado con su misericordia – llevarla a los demás, a aquellos que tienen necesidad, a aquellos que tienen un sufrimiento en el corazón o están tristes: acercarnos con aquella caricia de Dios, que es la misma que Él ha dado a nosotros.

Que este Jubileo pueda ayudar a nuestra mente y a nuestro corazón a tocar con la mano el compromiso de Dios por cada uno de nosotros, y gracias a esto transformar nuestra vida en un compromiso de misericordia para todos.

(Traducción del italiano: Raúl Cabrera / Renato Martinez – Radio Vaticano)

jueves, 18 de febrero de 2016

Discurso del Papa Francisco: con el Mundo del Trabajo 17/02/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


"Construir el México que sabe reconocer en el otro la dignidad del Hijo de Dios". Invitación del Papa al mundo del trabajo.


El Papa Francisco en el Encuentro con el Mundo del Trabajo - AP

17/02/2016 17:37SHARE:

(RV).-  El encuentro y el diálogo para construir el mañana y reconstruir los vínculos sociales dañados por la falta de comunicación y de respeto a lo mínimo necesario para una convivencia saludable. De aquí partió el discurso del Papa Francisco dirigido al mundo del trabajo, penúltima cita de este viaje apostólico, que se llevó a cabo en el Colegio de Bachilleres del Estado de Chihuahua.
Dirigiéndose a las diversas organizaciones de trabajadores, representantes de cámaras y gremios empresariales, el Obispo de Roma les recordó la responsabilidad que los une, es decir, aquella de buscar generar espacios de trabajo digno y útil para la sociedad y en particular, para los jóvenes. De hecho, señaló que la desocupación genera pobreza, y esta última se convierte en “terreno fértil para el narcotráfico y la violencia”.

Aunque la mentalidad reinante propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, “a cualquier tipo de costo y de manera inmediata”, recordó que la mejor inversión es aquella que se realiza en “la gente, en las personas, en sus familias”, en “crear oportunidades”. Y afirmando que el flujo del capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas, advirtió que “Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días”.

También indicó la importancia de la Doctrina Social de la Iglesia, cuya pretensión es la de velar por la integridad de las personas y de las estructuras sociales, y exhortó a luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de futuro.

“¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos?”. Concluyendo el discurso el Papa preguntó si desean dejar a los hijos de la tierra mexicana como legado el mundo de la explotación, de los salarios insuficientes, del acoso laboral, o aquel del “trabajo digno, el  techo decoroso y la tierra para trabajar”, y, con la conciencia de que lo planteado por él mismo no es fácil, subrayó que peor es la falta de negociación y de valoración, porque “el lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, sino que están al servicio del bien común”.

A todos, el Sucesor de Pedro invitó a soñar y a construir el México que sus hijos se merecen, es decir, “el México que sabe reconocer en el otro la dignidad del hijo de Dios”. 

Texto completo del discurso del Papa Francisco: 

 Queridos hermanos y hermanas: 

           Quise encontrarme con ustedesaquíenestatierrade Juárez, por la especial relación que esta ciudad tiene con el mundo del trabajo. No sólo les agradezco el saludo de bienvenida y sus testimonios, que han puesto de manifiesto los desvelos, las alegrías y las esperanzas que experimentan en sus vidas, sino que quisiera agradecerles también esta oportunidad de intercambio y de reflexión. Todo lo que podamos hacer para dialogar, encontrarnos, para buscar mejores alternativas y oportunidades es ya un logro a valorar y resaltar. Y hay dos palabras que quiero subrayar: diálogo y encuentro. No cansarse de dialogar. Las guerras se van gestando de a poquito por la mudez y por los desencuentros. Obviamente que no alcanza dialogar y encontrarse  pero hoy en día no podemos darnos el lujo de cortar toda instancia de encuentro, toda instancia de debate, de confrontación, de búsqueda. Es la única manera que tendremos de poder ir construyendo el mañana, ir tejiendo relaciones sostenibles capaces de generar el andamiaje necesario que, poco a poco, irá reconstruyendo los vínculos sociales tan dañados por la falta de comunicación, tan dañados por la falta de respeto a lo mínimo necesario para una convivencia saludable. Gracias, y que esta instancia sirva para construir futuro y sea una buena oportunidad de forjar el México que su pueblo y que sus hijos se merecen.

Me gustaría detenerme en este último aspecto. Hoy están aquí diversas organizaciones de trabajadores y representantes de cámaras y gremios empresariales. A primera vista podrían considerarse como antagonistas, pero los une la misma responsabilidad: buscar generar espacios de trabajo digno y verdaderamente útil para la sociedad y especialmente para los jóvenes de esta tierra. Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos los jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, y esto genera en tantos casos, tantos casos, situaciones de pobreza y marginación. Y esta pobreza y marginación es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia. Es un lujo que hoy no nos podemos dar; no se puede dejar solo y abandonado el presente y el futuro de México, y para eso, diálogo, confrontación, fuentes de trabajo que vayan creando este sendero constructivo.

Desgraciadamente, el tiempo que vivimos ha impuesto el paradigma de la utilidad económica como principio de las relaciones personales. La mentalidad reinante, en todas partes, propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier tipo de costo y de manera inmediata. No sólo provoca la pérdida de la dimensión ética de las empresas sino que olvida que la mejor inversión que se puede realizar es invertir en la gente, en las personas, en las familias. La mejor inversión es crear oportunidades. La mentalidad reinante pone el flujo de las personas al servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos a para usar y tirar, y descartar  (cf. Laudato si’, 123). Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días, y nosotros hemos de hacer todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más. El flujo del capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas. Por eso me gustó ese anhelo que se expresó de diálogo, de confrontación.

No son pocas las veces que, frente a los planteos de la Doctrina Social de la Iglesia, se salga a cuestionarla diciendo: «Estos pretenden que seamos organizaciones de beneficencia o que transformemos nuestras empresas en instituciones de filantropía». La hemos escuchado esa crítica. La única pretensión que tiene la Doctrina Social de la Iglesia es velar por la integridad de las personas y de las estructuras sociales. Cada vez que, por diversas razones, ésta se vea amenazada, o reducida a un bien de consumo, la Doctrina Social de la Iglesia será voz profética que nos ayudará a todos a no perdernos en el mar seductor de la ambición. Cada vez que la integridad de una persona es violada, toda la sociedad es la que, en cierta manera, empieza a deteriorarse. Y esto que dice la Doctrina Social de la Iglesia no es en contra de nadie, sino a favor de todos. Cada sector tiene la obligación de velar por el bien del todo; todos estamos en el mismo barco. Todos tenemos que luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de futuro; que sea un espacio para construir sociedad y ciudadanía. Esta actitud no sólo genera una mejora inmediata, sino que a la larga va transformándose en una cultura capaz de promover espacios dignos para todos. Esta cultura, nacida muchas veces de tensiones, va gestando un nuevo estilo de relaciones, un nuevo estilo de Nación.

¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos? Creo que en esto la gran mayoría podemos coincidir. Este es precisamente  nuestro horizonte, esa es nuestra meta y, por ello, hoy tenemos que unirnos y trabajar. Siempre es bueno pensar qué me gustaría dejarles a mis hijos; y también es una buena medida para pensar en los hijos de los demás. ¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral o de tráfico de trabajo esclavo? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, de techo decoroso y de la tierra para trabajar? Las tres “T”: Trabajo, Techo y Tierra. ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar –la palabra es clave-, generar alternativas, generar renovación o cambio? Generar es ser co-creadores con Dios. Claro, eso cuesta, cuesta.

            Sé que lo planteado no es fácil, pero sé también que es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo, y de la falta de equidad. Sé que no es fácil muchas veces armonizar todas las partes en una negociación, pero sé también que es peor, y nos termina haciendo más daño, la carencia de negociación y la falta de valoración. Una vez me decía un viejo dirigente obrero, honesto como él solo, murió con lo que ganaba, nunca se aprovechó: “Cada vez que teníamos que sentarnos a una mesa de negociación, yo sabía que tenía que perder algo para que ganáramos todos”. Linda la filosofía de ese hombre de trabajo. Cuando se va a negociar siempre se pierde algo pero ganan todos. Sé que no es fácil poder congeniar en un mundo cada más competitivo, pero es peor dejar que el mundo competitivo termine determinando el destino de los pueblos. Esclavos. El lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, están al servicio del bien común. Y, cuando el bien común es forzado para estar al servicio del lucro, y el capital la única ganancia posible, eso tiene un nombre, se llama exclusión, y así se va consolidando la cultura del descarte. ¡Descartado! ¡Excluido!.

            Comenzaba agradeciéndoles la oportunidad de estar juntos. Ayer, uno de los jóvenes en el Estadio de Morelia que dio testimonio dijo que este mundo quita la capacidad de soñar, y es verdad. A veces nos quita la capacidad de soñar, la capacidad de la gratuidad. Cuando un chico o una chica ve al papá y/o a la mamá solamente el fin de semana porque se va a trabajar antes de que se despierte y vuelve cuando ya está durmiendo, esa es la cultura del descarte. Quiero invitarlos a soñar, a soñar en un México donde el papá pueda tener tiempo para jugar con su hijo, donde la mamá pueda tener tiempo para jugar con sus hijos. Y eso lo van a lograr dialogando, confrontando, negociando, perdiendo para que ganen todos. Los invito a soñar el México que sus hijos se merecen; el México donde no haya personas de primera segunda o de cuarta, sino el México que sabe reconocer en el otro la dignidad del hijo de Dios. 

        Y que la Guadalupana, que se manifestó a San Juan Diego, y reveló cómo los aparentemente dejados de lado eran sus testigos privilegiados, los ayude a todos, tengan la profesión que tengan, tengan el trabajo que tengan, a todos en esta tarea de diálogo, confrontación y encuentro. Gracias. 





Misa del Papa en Morelia: México. 16/02/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales


Misa del Papa en Morelia: 
¡Dios, Papá nuestro, no nos dejes caer en la tentación!

El Papa en Morelia - AFP

16/02/2016 13:10SHARE:

(RV).- Anunciar a Dios Padre - papá, abba – nuestro, con nuestra vida, no como funcionarios de lo divino, pues no queremos ser nunca empleados de Dios, «sino vivir rezando y rezar viviendo», como nos enseñó Jesús.

Misionando en México la Misericordia y la Paz de Cristo,  en el XII  Viaje Apostólico internacional de su Pontificado, el Papa Francisco, en la cuarta y penúltima jornada de su peregrinación, celebró la Santa Misa con sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados y seminaristas en Morelia, en el estadio «Venustiano Carranza», donde fue recibido con gran alegría y fervor.  La cuarta Misa multitudinaria del Papa en tierra mexicana, la del martes de la I semana de Cuaresma, fue en español y en la lengua indígena purhépecha.

En su homilía el Obispo de Roma destacó la importancia de la oración y de la misión evangelizadora - como nos invita Jesús también hoy - «para hacer experiencia del amor misericordioso del Padre en nuestra vida y en nuestra historia».

Haciendo hincapié en la misión de ser testigos del Señor, el Papa Francisco puso en guardia contra la resignación, que resume las tentaciones que se presentan ante realidades tan difíciles, en ambientes dominados por violencia, corrupción, tráfico de drogas, desprecio de la dignidad de la persona, indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad.

El Sucesor de Pedro evocó el ejemplo del primer Obispo de Michoacán, Vasco Vázquez de Quiroga, «Tata Vasco», el «español que se hizo indio», en el que «el dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la oración se hizo respuesta».
(CdM – RV)

Texto y audio completo de la homilía del Papa Francisco:

 «Hay un dicho, entre nosotros que dice así: «Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas», porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que vives y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que rezas»; porque nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida; porque nuestra vida habla en la oración y la oración habla en nuestra vida. A rezar se aprende, como aprendemos a caminar, a hablar, a escuchar. La escuela de la oración es la escuela de la vida y en la escuela de la vida es donde vamos haciendo la escuela de la oración. Y Pablo, a su discípulo predilecto Timoteo, cuando le enseñaba o lo exhortaba a vivir la fe le decía “acordate de tu madre y de tu abuela”, y a los seminaristas cuando entran al seminario muchas veces me preguntaban… Padre pero yo quisiera tener una oración más profunda más mental … mirá seguí rezando como te enseñaron en tu casa y después poco a poco tu oración irá creciendo como tu vida fue creciendo. A rezar se aprende. Como en la vida.

  Jesús quiso introducir a los suyos en el misterio de la Vida, en el misterio de su vida. Les mostró comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando, qué significa ser Hijo de Dios. Los invitó a compartir su vida, su intimidad y estando con Él, los hizo tocar en su carne la vida del Padre. Los hace experimentar en su mirada, en su andar la fuerza, la novedad de decir: «Padre nuestro». En Jesús, esta expresión, Padre Nuestro, no tiene el «gustillo» de la rutina o de la repetición, al contrario, tiene sabor a vida, a experiencia, a autenticidad. Él supo vivir rezando y rezar viviendo, diciendo: Padre nuestro.

   Y nos ha invitado a nosotros a lo mismo. Nuestra primera llamada es a hacer experiencia de ese amor misericordioso del Padre en nuestra vida, en nuestra historia. Su primera llamada es introducirnos en esa nueva dinámica de amor, de filiación. Nuestra primera llamada es aprender a decir «Padre nuestro», como Pablo insiste, Abba. ¡Ay de mí sino evangelizara!, dice Pablo. ¡Ay de mí! porque evangelizar, prosigue, no es motivo de gloria sino de necesidad (cf. 1 Co 9,16). Nos ha invitado a participar de su vida, de la vida divina, ay de nosotros consagrados, consagradas, seminaristas, sacerdotes, obispos, ay de nosotros si no la compartimos, ay de nosotros si no somos testigos de lo que hemos visto y oído, ay de nosotros.

No queremos ser funcionarios de lo divino, no somos ni queremos ser nunca empleados de la empresa de Dios, porque somos invitados a participar de su vida, somos invitados a introducirnos en su corazón, un corazón que reza y vive diciendo: «Padre nuestro». ¿Y qué es la misión sino decir con nuestra vida, desde el principio hasta el final, como nuestro hermano Obispo que murió anoche, qué es la misión sino decir con nuestra vida «Padre nuestro»?

 A este Padre nuestro es a quien rezamos con insistencia todos los días: y qué le decimos en una de esas cosas,  no nos dejes caer en la tentación. El mismo Jesús lo hizo. Él rezó para que sus discípulos —de ayer y de hoy— no cayéramos en la tentación. ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que nos pueden asediar? ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que brota no sólo de contemplar la realidad sino de caminarla? ¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad? ¿Qué tentación podemos tener nosotros una y otra vez, nosotros llamados a la vida consagrada, al Presbiterado, al Episcopado, qué tentación podemos tener frente a todo esto, frente a esta realidad que parece haberse convertido en un sistema inamovible?

 Creo que la podríamos resumir con una sola palabra: resignación. Y frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. ¿Y qué le vas a hacer? La vida es así. Una resignación que nos paraliza, una resignación que nos impide, no sólo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras «sacristías» y aparentes seguridades; una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar, nos quita la alegría, el gozo de la alabanza. Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformar. Por eso, Padre nuestro, no nos dejes caer en la tentación.

Qué bien nos hace apelar en los momentos de tentación a nuestra memoria. Cuánto nos ayuda el mirar la «madera» de la que fuimos hechos. No todo ha comenzado con nosotros, y tampoco todo terminará con nosotros, por eso cuánto bien nos hace recuperar la historia que nos ha traído hasta aquí.

 Y, en este hacer memoria, no podemos saltearnos a alguien que amó tanto este lugar que se hizo hijo de esta tierra. A alguien que supo decir de sí mismo: «Me arrancaron de la magistratura y me pusieron en el timón del sacerdocio, por mérito de mis pecados. A mí, inútil y enteramente inhábil para la ejecución de tan grande empresa; a mí, que no sabía manejar el remo, me eligieron primer Obispo de Michoacán» (Vasco Vázquez de Quiroga, Carta pastoral, 1554).

 Agradezco, paréntesis, al Señor Cardenal Arzobispo que haya querido que se celebrase esta Eucaristía con el báculo de este hombre y el Cáliz de él. Con ustedes quiero hacer memoria de este evangelizador, conocido también como Tata Vasco, como «el español que se hizo indio». La realidad que vivían los indios Purhépechas descritos por él como «vendidos, vejados y vagabundos por los mercados, recogiendo las arrebañaduras tiradas por los suelos», lejos de llevarlo a la tentación y de la acedia de la resignación, movió su fe, movió su vida, movió su compasión y lo impulsó a realizar diversas propuestas que fuesen de «respiro» ante esta realidad tan paralizante e injusta. El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la oración se hizo respuesta. Y eso le ganó el nombre entre los indios del «Tata Vasco», que en lengua purhépecha significa: Papá.

Padre, papá, Tata, abba. Esa es la oración, esa es la expresión a la que Jesús nos invitó.

 Padre, papá, abba, no nos dejes caer en la tentación de la resignación, no nos dejes caer en la tentación de la acedia, no nos dejes caer en la tentación de la  pérdida de la memoria, no nos dejes caer en la tentación de olvidarnos de nuestros mayores que nos enseñaron con su vida a decir: Padre Nuestro».

Discurso del Papa a los detenidos en Ciudad Juárez 17/02/2016

Homilías del Papa y Temas sacerdotales

 Trabajen para que esta sociedad usa y tira,
 no siga cobrando víctimas, 
el Papa a los detenidos en Ciudad Juárez



El Papa saluda a los fieles por las calles de México - REUTERS

17/02/2016 16:25SHARE:

(RV).- Después más de dos horas de vuelo desde Ciudad de México, el Papa Francisco llegó al extremo norte de país, para visitar a los detenidos del Centro de Readaptación Social Estatal N. 3, CeReSo N. 3, de Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, a orillas del río Bravo. Francisco quiso llegar allí, al límite fronterizo con los Estados Unidos, donde los migrantes tratan de salir del país en busca de una vida mejor, para saludar a los excluidos de la sociedad y celebrar con ellos el Jubileo de la Misericordia.

“Celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes – dijo el Papa dirigiéndose a los 700 detenidos presentes - es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia”. Francisco insistió en que los que los problemas no se resuelven aislando, apartando o encarcelando: “Nos hemos olvidado – insistió – de concentrarnos en lo que debe ser nuestra verdadera preocupación: “la vida de las personas” y de sus familias.

Es la misericordia divina, puntualizó el Pontífice, que nos recuerda  “que las cárceles son un síntoma de cómo está la sociedad, de los silencios y omisiones que provocan la cultura del descarte”; la que nos recuerda que la reinserción no comienza entre paredes sino afuera, en las calles de la ciudad, con la creación de un sistema de “salud social” que no enferme a la sociedad sino que ayude a prevenir el deterioro del tejido social y beneficie una mejor convivencia. “En la capacidad que tenga una sociedad de incluir a sus pobres, sus enfermos o sus presos – afirmó - está la posibilidad de que ellos puedan sanar sus heridas y ser constructores de una buena convivencia”.

El Santo Padre alentó a los detenidos del Centros de Readaptación a “escribir una nueva historia hacia adelante”, a luchar desde ‘aquí adentro’ “para revertir las situaciones que generan más exclusión” contando su experiencia, para frenar “el círculo de la violencia y la exclusión”, a trabajar para que “esta sociedad usa y tira no siga cobrándose víctimas”.
(MCM-RV)

DISCURSO DEL PAPA

«Queridos hermanos y hermanas:
 Estoy concluyendo mi visita a México y no quería irme sin venir a saludarlos, sin celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes. Agradezco de corazón las palabras de saludo que me han dirigido, en las que manifiestan tantas esperanzas y aspiraciones, como también tantos dolores, temores e interrogantes.

En el viaje a África, en la ciudad de Bangui, pude abrir la primera puerta de la misericordia para el mundo entero, de este Jubileo porque la primera puerta de la Misericordia la abrió nuestro padre Dios con su hijo Jesús. Hoy, junto a ustedes y con ustedes, quiero reafirmar una vez más la confianza a la que Jesús nos impulsa: la misericordia que abraza a todos y en todos los rincones de la tierra. No hay espacio donde su misericordia no pueda llegar, no hay espacio ni persona a la que no pueda tocar.

Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia. Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que esas medidas solucionan verdaderamente los problemas. Nos hemos olvidado de concentrarnos en lo que realmente debe ser nuestra  verdadera preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de violencia.

La misericordia divina nos recuerda que las cárceles son un síntoma de cómo estamos en sociedad, son un síntoma en muchos casos de silencios y de omisiones que han provocado una cultura del descarte. Son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida; de una sociedad que poco a poco  ha ido abandonando a sus hijos. La misericordia nos recuerda que la reinserción no comienza acá en estas paredes; sino que comienza antes, comienza «afuera», en las calles de la ciudad. La reinserción o rehabilitación, como le llamen, comienza creando un sistema que podríamos llamarlo de salud social, es decir, una sociedad que busque no enfermar contaminando las relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en las calles, en los hogares, en todo el espectro social. Un sistema de salud social que procure generar una cultura que actúe y busque prevenir aquellas situaciones, aquellos caminos que terminan lastimando y deteriorando el tejido social.

  A veces pareciera que las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de reinserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a determinada actitud. El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social. La preocupación de Jesús por atender a los hambrientos, a los sedientos, a los sin techo o a los presos (Mt 25,34-40) era para expresar las entrañas de la misericordia del Padre, que se vuelve un imperativo moral para toda sociedad que desea tener las condiciones necesarias para una mejor convivencia. En la capacidad que tenga una sociedad de incluir a sus pobres, sus enfermos o sus presos está la posibilidad de que ellos puedan sanar sus heridas y ser constructores de una buena convivencia. La reinserción social comienza insertando a todos nuestros hijos en las escuelas, y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos, por nombrar sólo algunas medidas.

   Ahí empieza todo proceso de reinserción. Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es aprender a no quedar presos del pasado, del ayer. Es aprender a abrir la puerta al futuro, al mañana; es creer que las cosas pueden ser diferentes. Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es invitarlos a levantar la cabeza y a trabajar para ganar ese espacio de libertad anhelado.

Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es repetir esa frase que escuchamos recién, tan bien dicha y con tanta fuerza: “Cuando me dieron mi sentencia alguien me dijo no te preguntés por qué estás aquí sino para qué”, y que este para qué nos lleve adelante, que este para qué nos haga ir saltando las vallas de ese engaño social que cree que la seguridad y el orden solamente se logra encarcelando.

  Sabemos que no se puede volver atrás, sabemos que lo realizado, realizado está; pero he querido celebrar con ustedes el Jubileo de la misericordia, para que quede claro que eso no quiere decir que no haya posibilidad de escribir una nueva historia, una nueva historia  hacia delante, para qué. Ustedes sufren el dolor de la caída, y ojalá que todos nosotros suframos el dolor de las caídas escondidas y tapadas, sienten el arrepentimiento de sus actos y sé que, en tantos casos, entre grandes limitaciones, buscan rehacer esa su vida desde la soledad. Han conocido la fuerza del dolor y del pecado, no se olviden que también tienen a su alcance la fuerza de la resurrección, la fuerza de la misericordia divina que hace nuevas todas las cosas. Ahora les puede tocar la parte más dura, más difícil, pero que posiblemente sea la que más fruto genere, luchen desde acá dentro por revertir las situaciones que generan más exclusión. Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión. Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir «experimentó el infierno», puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad que usa y tira a la gente, no siga cobrándose víctimas.

Y al decirles estas cosas y en recuerdo  aquello de Jesús: “el que esté sin pecado que tire la primera piedra”, y yo me tendría que ir. Al decirles estas cosas no lo hago como quien da cátedra con el dedo en alto, lo hago desde la experiencia de mis propias heridas de errores y pecados que el Señor quiso perdonar y reeducar. Lo hago desde la conciencia de que sin su gracia y mi vigilancia podría volver a repetirlos. Hermanos siempre me pregunto al entrar a una cárcel: ¿Por qué ellos y no yo? Y es un misterio de la misericordia Divina, pero esa misericordia divina hoy la estamos celebrando todos mirando hacia delante en esperanza.

Quisiera también alentar al personal que trabaja en este Centro u otros similares: a los dirigentes, a los agentes de la Policía penitenciaria, a todos los que realizan cualquier tipo de asistencia en este Centro. Y agradezco el esfuerzo de los capellanes, las personas consagradas, los laicos que se dedican a mantener viva la esperanza del Evangelio de la Misericordia en el reclusorio, los pastores, todos aquellos que se acercan a darles la Palabra de Dios. Todos ustedes, no se olviden, pueden ser signos de la entrañas del Padre. Nos necesitamos uno a otros, nos decía nuestra hermana recién recordando la Carta a los Hebreos: "Siéntanse encarcelados con ellos".

 Antes de darles la bendición me gustaría que oráramos en silencio, todos juntos, cada uno sabe lo que le va a decir al Señor, cada uno sabe de qué pedir perdón, pero también le pido a ustedes que en esta oración de silencio agrandemos el corazón para poder perdonar a la sociedad que no supo ayudarnos y que tantas veces nos empujó a los errores. Que cada uno pida a Dios, desde la intimidad del corazón, que nos ayude a creer en su misericordia. Oramos en silencio. Y abrimos nuestro corazón para recibir la bendición del Señor. 

Que el Señor los bendiga y los proteja, haga brillar su rostro sobre ustedes y les muestre su gracia, les descubra su rostro y les conceda la Paz. Amén .Y les pido que no se olviden de rezar por mí. Gracias»