Homilías del Papa y Temas sacerdotales
Homilía del papa
Francisco en Santa Marta
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Homilía del Papa
Francisco en Santa Marta
Jueves, 19 de enero
de 2017
Jesús y la gente. El Evangelio de hoy narra la muchedumbre que
seguía a Jesús con entusiasmo y que venía de todas partes. ¿Por qué venía esa
gente? El Evangelio cuenta que había enfermos que querían curarse. Pero también
había personas a las que les gustaba escuchar a Jesús, porque hablaba no como
sus doctores, sino con autoridad, y eso tocaba el corazón. Esa gente venía
espontáneamente, no la llevaban en autobuses, como hemos visto tantas veces
cuando se organizan manifestaciones y muchos tienen que ir para demostrar su
presencia, y no perder luego el puesto de trabajo.
Esa gente iba porque sentía algo, hasta el punto de que Jesús
tuvo que pedir una barca y alejarse un poco de la orilla. ¿Esa muchedumbre iba
a Jesús? ¡Sí! ¿Tenía necesidad? ¡Sí! Algunos eran curiosos, pero esos eran los
ascéticos, la minoría… Iba porque a esa gente la atraía el Padre: era el Padre
quien atraía a la gente a Jesús. Y Jesús no se queda indiferente, como un
maestro estático que decía sus palabras y luego se lavaba las manos. ¡No! Esa
muchedumbre tocaba el corazón de Jesús. El mismo Evangelio nos dice que Jesús
se conmovió, porque veía a esa gente como ovejas sin pastor. Y el Padre, a
través del Espíritu Santo, atrae a la gente a Jesús. No son los argumentos
apologéticos los que mueven a las personas. No, es necesario que sea el Padre
quien atraiga a Jesús.
Por otro lado, es curioso que este pasaje del Evangelio de
Marcos en el que se habla de Jesús, se habla de la muchedumbre, del entusiasmo
y del amor del Señor, acabe con los espíritus impuros que, cuando lo veían,
gritaban: ¡Tú eres el Hijo de Dios! Esa es la verdad; eso es lo que cada uno
siente cuando se acerca Jesús. Los espíritus impuros intentan impedirlo, nos
hacen la guerra. Pero, Padre, yo soy muy católico; voy siempre a Misa… Nunca
jamás tengo esas tentaciones. ¡Gracias a Dios, no! ¡Pues reza, porque estás en
una senda equivocada! Una vida cristiana sin tentaciones no es cristiana: es
ideológica, es gnóstica, pero no es cristiana. ¡Cuando el Padre atrae a la
gente a Jesús, hay otro que tira en sentido contrario y te hace la guerra por
dentro! Por eso Pablo habla de la vida cristiana como de una lucha: la lucha de
todos los días. Una lucha para vencer, para destruir el imperio de satanás, el
imperio del mal. Y para eso vino Jesús, ¡para destruir a satanás!, para
destruir su influjo sobre nuestros corazones. El Padre atrae a la gente a
Jesús, mientras el espíritu del mal intenta destruir, siempre.
La vida cristiana es una lucha: o te dejas atraer por Jesús por
medio del Padre o puedes decir me quedo tranquilo, en paz. ¡Si quieres avanzar
tienes que luchar! Sentir el corazón que lucha, para que venza Jesús. Pensemos
cómo es nuestro corazón: ¿siento esa lucha en mi corazón? Entre la comodidad o
el servicio a los demás, entre divertirme un poco o hacer oración y adorar al
Padre, entre una cosa y la otra, ¿siento la lucha, las ganas de hacer el bien,
o algo me para, me vuelve ascético? ¿Creo que mi vida conmueve el corazón de
Jesús? Si no lo creo, tengo que rezar mucho para creerlo, para que se me sé esa
gracia. Cada uno que busque en su corazón cómo va la situación ahí. Pidamos al
Señor ser cristianos que sepan discernir qué pasa en su corazón y elegir bien
la senda por la que el Padre nos atrae a Jesús.
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